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Opinión

Felipe Morales

Con un estilo fresco y una pluma original, Felipe Morales nos cuenta las mejores historias del futbol desde su perspectiva periodística.

Maradona es mexicano

2018-10-30 | FELIPE MORALES
FELIPE MORALES
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No podía ser distinto.

Explotaba y se enfriaba; era fuego y hielo; mar y desierto. Toda su potencia era ridículamente paradójica a su brutal delicadeza.

Era un toque suave de pétalos con tallos espinosos que, al tocarlos, derramaban sangre de gol.

Pincel en el lienzo del pasto, Maradona no controlaba a Maradona: se le salía del cuerpo en cada gambeta.

Y vino a este mundo para inflar el pecho y con balas de cuero anestesiar a todo ingenuo que vestía de ingles en el gol más portentoso y encadenado desde la mente hacia los pies en un trance infinito de amagues contradictoriamente eficaces que disparaban bombas desde los cielos hasta los pastos de la añorada justicia de una bota zurda que no sabía que, cuando amagaba a la derecha, iría a la izquierda y a la historia con la velocidad engañosa del jugador enredado en un bosque de piernas, que después de saberse extraviado saldría  de ahí con la cara levantada hacia la posteridad, montando a caballo.

No.

Maradona nunca supo lo que hizo hasta que vio que lo hizo con la naturalidad de quien se escapa de la vida con una bandera apretada en el puño, que aunque nadie la vea, ondea y ondea con el aire más aclarado, más limpio y menos contaminado en cada paso que daba y que dio, dibujando su estela con contornos de inmortalidad, porque nos vamos a morir todos, pero el recuerdo de aquel golazo inmaculado nadie se lo llevará, por su gracia, por su músculo, por seda, por su potente manera de arrebatarle a los ingleses con un balón todo lo que se les robó en una isla con un cañón.

Maradona viaja ya en ese trance sicodélico y hoy despierta otra vez en México y se levanta de la cama, con la pierna izquierda, en señal inequívoca de que los genios no creen en supersticiones; Diego toma el desayuno sin saber que hace 32 años hizo el gol más bíblico que se lee y se reza, que se ve y se observa, que se huele con ese perfume de ingobernabilidad irreverente y que, hasta hoy y siempre, también se escucha con el rugido de gol eterno, que no claudica en su estética.

Y ahí va Maradona: corriendo como perseguido por un policía inglés, huyendo del pasado para convertir ese mismísimo instante en un por siempre, con sus músculos de caballo percherón, con trote elegantemente barrial al que solo le faltó salpicar lodo y fango para ensuciar tantito a la que ha sido la pelota más limpia, la más brillante de todos los siglos perplejos.

Nunca se sabrá por qué el tiempo cometió la estupidez de transcurrir para alejarnos poco más de tres décadas de aquella memoria, que hoy es eso: una calca de la mente, que tomó un respiro, después de tanto frenetismo y descansó en la nostalgia...

El proceso creativo de un héroe en acción nunca será entendido si no es a través de su obra maestra y con su firma garigoleada con pincel, en donde algunos habrían trazado con burdas brochas.

El pasto del Estadio Azteca creció más verde donde lo pisó Maradona...

Y sigue yendo Diego con su cita con la eterna manera de ser reprochado y admirado con su velocidad inhumana, surcándole el campo al que lo abonó esa mañana y despedazándole la cintura y el coxis a quien se atrevió a quitarle sus tierras...

Y sigue el Barrilete Cósmico que vino de otro planeta para dejar en el camino a tanto inglés...

Y sigue..

Y sigue..

Y va...

Y encuentra la portería para meterse en los corazones del mundo...

Para tirarse de al vacío de lo eterno.

Y ya está ahí, instalado y sin capa como superhéroe nacional, que viste de corto con la sonrisa en los pies y el brazo levantado hacia el cielo, al que no sabe si irá por sus errores humanos o porque ya fue con su gol de nube...

Y así, se nos coló en los cinco sentidos para desde la música, ser una ópera prima; desde la comida, tu platillo favorito; desde el teatro, una conclusión con aplausos de pie; desde el oído, un secreto escondido en el viento; desde la mirada, una pupila estallada; desde el olfato, un perfume de aliento y desde el tacto: un chanfle.

Por siempre y para siempre Maradona, porque desde aquel 22 de junio de 1986, uno de esos 58 años que hoy cumple Diego Armando, es mexicano...

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