En 1979, el futbol estadounidense vivía una de esas épocas irrepetibles en las que parecía que cualquier cosa podía suceder. La North American Soccer League (NASL) atravesaba su momento de mayor brillo: estadios llenos, celebridades en las tribunas, transmisiones televisivas que buscaban capturar la magia de un deporte que Estados Unidos todavía trataba de comprender.
En el centro de todo ese fenómeno estaba el New York Cosmos, el equipo que había transformado el futbol en un espectáculo pop. Con Pelé como figura global, Franz Beckenbauer como emperador europeo y Giorgio Chinaglia como ídolo neoyorquino, el Cosmos se había convertido en el primer auténtico 'superclub' mediático fuera de Europa.

Para 1979, cuando el Cosmos comenzó a explorar seriamente la posibilidad de fichar a Diego Maradona, Pelé ya se había retirado como jugador profesional, tras disputar su último partido con el club en 1977. Su salida había marcado el fin de la etapa más brillante de la NASL, pero no estuvo relacionada directamente con el interés posterior por Maradona. Aun así, su figura seguía fuertemente ligada al equipo, y ese vínculo permitió que surgiera una idea tan audaz como improbable: que el propio Pelé aceptara jugar algunos partidos especiales al lado del joven argentino si el fichaje llegaba a concretarse. No hubo contratos ni acuerdos formales, pero sí testimonios consistentes que revelan que la posibilidad fue conversada dentro del club.
Un talento imposible de ignorar
A finales de los setenta, Maradona ya era un fenómeno en Argentina. Con apenas 18 años, brillaba cada fin de semana en Argentinos Juniors, marcando goles que los periódicos describían como “impropios para un adolescente”. La prensa europea comenzaba a mencionarlo como el futuro mejor jugador del mundo. El Cosmos, obsesionado con descubrir la próxima joya global, fijó su mirada en él. No era solo su habilidad; era la electricidad que generaba en los estadios, la seguridad con la que encaraba rivales, la sensación de que cada partido era una función especial.

Para los dirigentes del Cosmos, Diego representaba justamente lo que necesitaban: juventud, talento desbordante y un aura destinada a trascender. Sin Pelé, el equipo requería un nuevo magnetismo internacional. Y quién mejor que un muchacho capaz de levantar multitudes sin haber salido aún de Sudamérica.
El acercamiento y las negociaciones
En 1979 comenzaron los primeros contactos. Clive Toye viajó a Sudamérica para observarlo en persona, conversar con Argentinos Juniors y tantear la posibilidad de una transferencia. El Cosmos tenía dinero, menos del que se imaginaba, pero suficiente para impresionar, y contaba con la reputación de haber traído al mejor futbolista del planeta unos años antes. Maradona, por su parte, estaba abierto a escuchar ofertas, aunque su sueño principal seguía siendo jugar en Europa.
Las conversaciones avanzaron hasta donde era posible para aquellos tiempos. El Cosmos ofreció un contrato económico importante y un proyecto seductor: convertirlo en la nueva cara del futbol en Estados Unidos. Maradona, según los testimonios conocidos, pidió algo más que dinero: continuidad deportiva, garantías de crecimiento y un compromiso real del club por permitirle mostrarse al mundo. Quería competir al máximo nivel, no solo ser una atracción de taquilla.
Finalmente, el acuerdo no prosperó. Argentinos Juniors pedía una suma que la NASL consideraba excesiva para su economía interna, y el propio Maradona prefería esperar el salto hacia Europa, donde clubes como Barcelona ya seguían de cerca sus pasos. Aunque las negociaciones nunca llegaron a un punto formal, sí existió una intención fuerte y documentada del Cosmos por ficharlo.

La idea más audaz: Pelé y Maradona juntos
Lo más sorprendente del episodio es que dentro del Cosmos surgió una idea que hoy parece de fantasía: hacer jugar juntos a Pelé y Maradona. Aunque Pelé estaba retirado, no había roto su vínculo con la institución, y según Clive Toye, existía disposición del brasileño para participar en algunos encuentros especiales si el club lograba fichar a Diego.
“Pelé estaba dispuesto a jugar algunos partidos al lado de Diego”, declaró Toye en entrevistas posteriores. No existió contrato, proyecto formal ni calendario definido. Pero los testimonios son consistentes: la idea fue real, conversada y seriamente contemplada. En la oficina del Cosmos, por un momento, imaginaron el imposible: el rey del futbol jugando junto al muchacho que pronto sería considerado su heredero natural.

Esa visión alimentó la ambición del club, que imaginaba estadios abarrotados, transmisiones globales y una explosión mediática nunca antes vista. Maradona apenas tenía 18 años, Pelé era ya una leyenda absoluta, y unir esas dos eras en un mismo campo hubiese sido un golpe de impacto gigantesco para la historia del deporte.
Qué hubiera significado para la NASL
Aunque todo quedó en un sueño, el solo intento resulta fascinante. Imaginar a Pelé asistiendo a Maradona, o al joven Diego desafiando defensores en un estadio neoyorquino, es uno de esos ejercicios que alimentan el “qué hubiera pasado si…” del futbol mundial. Para la NASL, hubiera significado una revitalización enorme, quizá suficiente para prolongar unos años más su vida antes del declive de mediados de los ochenta.

La operación jamás se cerró, nunca hubo un contrato firmado, y la historia no termina con titulares rimbombantes, pero sí con una anécdota invaluable: el momento en que el Cosmos, en su afán por dominar el mundo del futbol, estuvo a un paso de unir a dos de los más grandes jugadores de la historia.
Hoy, aquel episodio se recuerda como una joya oculta, un capítulo casi secreto que revela lo ambicioso que fue el futbol estadounidense en su primera gran era mediática. El Cosmos no consiguió a Maradona, y Pelé nunca compartió cancha con él bajo esa camiseta. Pero la historia quedó grabada como un recordatorio de lo cerca que el deporte estuvo, por un instante, de unir a dos leyendas en la ciudad que sueña en grande por naturaleza.





