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Opinión

Christian Martinoli

Uno de los mejores cronistas deportivos en México, trabaja para TV Azteca y ha colaborado con RÉCORD desde 2010.

Apocalipsis

2021-12-16 | CHRISTIAN MARTINOLI
CHRISTIAN MARTINOLI
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Nadie, ni el más positivo de los seres humanos de la Tierra ni el más soñador de los vivientes ni el más apostador de los ludópatas, pudo haberse imaginado que en un mismo año Cruz Azul y mucho menos el Atlas pudieran quebrar con sus penurias y para colmo lo lograran espalda con espalda.

Porque quizás un día se podía esperar que el merodeador serial de gloria como era el cuadro cementero rompería con su malaria, ya que como todos sabemos rozó el trofeo en infinidad de ocasiones y de varias maneras, incluso algunas inverosímiles, pero era rechazado por la diosa de la victoria de manera cotidiana; sin embargo, que un club tan alejado del protagonismo y del triunfo definitivo como casi siempre lo ha sido el rojinegro, consiguiera el título de Liga, básicamente resultaba ser una utopía.

2021 pasará a la historia como el año que destrozó la quimera y a partir de ahora en el balompié mexicano habrá un antes y un después del 21, ya que no se podrá entender nada de otra forma sin recordar lo que sucedió dentro de estos 365 días. Los muros fueron derribados y la esquiva fortuna se volvió a apiadar de dos instituciones que sí de algo sabían era de sufrimiento y amargura.

Obvio, nunca habrá comparación entre cinco lustros de espera contra siete décadas de ausencia. No obstante, las inversiones derrochadas, los distintos presupuestos y las expectativas generadas temporada tras temporada equiparán un poco lo que un cuadro poderoso, con cartera abierta en la mayoría de las oportunidades, con una familia otrora apoderada de la entidad y nacionalmente popular no pudo lograr frente a una institución de mucho abolengo en su ciudad, pero que por lo general se manejó desde la penumbra económica y con muchas voces ejerciendo opinión sobre las formas y maneras de manejar al equipo de futbol.

Dos formatos de organización distintos que en la actualidad buscan a su modo ser similares en estructura, pero que manejan dispositivos financieros dispares, sólo basta ver los planteles de cada institución a lo largo de los torneos y la explicación saldrá sola.

Cruz Azul logró un día lo que para Atlas parecía un irrealizable. El domingo en el Jalisco muy pocos estaban vivos cuando La Furia fue campeón en el 51 y posiblemente entre 10 a 15 por ciento de la gente en el estadio jamás había visto a su equipo ni siquiera disputar una Final, por el simple hecho de que no habían nacido.

Porque el Atlas es de esos fenómenos sociales que pasan en algunas ciudades del mundo. Los colores y la pasión son heredados y nadie pide explicaciones sobre pertenecía y muchos menos reproches sobre afiliaciones.

Uno se enamora del ambiente y de la gente, no así de los resultados. Por ejemplo en Avellaneda, Argentina, el público de Racing, club de convocatoria y pasado brillante, se refugió en su amor y desmedida locura de alentar cuando las estadísticas fueron crueles durante casi 40 años y ahí muchos tanto desde adentro del club, pero sobre todo desde afuera, afirmaban que la gente de 'La Academia' bonaerense eran "hinchas de la hinchada" porque a pesar de que los resultados solían ser negativos y se esperaba poco de los jugadores, cuerpos técnicos y dirigentes, los colores del club y el empuje del público eran lo más importante de todo, el único real sostén de una pasión futbolística y el motivo de un enamoramiento masivo por parte de ajenos.

Uno, al final, se va arrinconando y encuentra refugio en los símbolos y por más masoquista que parezca, la derrota y el sufrimiento son absorbidos, no con orgullo, pero sí como combustible para seguir demostrando hacia afuera que ellos, los valientes de la tribuna, son más fuertes que los golpes que reciben cada vez que el balón los defrauda. De ahí quizá la frase tan rotunda y atlista de: “si te lo explico no lo entenderías”

Está demás decir que aquellos que no justifican su dolor con retórica no necesitan ni quieren explicaciones, la tienen clara; pero existen otros que sabedores de la desdicha deportiva frecuente, solucionan sus males apegándose a la sin razón y también es válido. Porque, al final, esto no deja de ser un juego, un entrenamiento, una distracción y para muchos fieles una pasión, y cuando hay una pasión de por medio, no pidamos discernimiento como carta frecuente sobre una mesa de póker.

Atlas, este último fin de semana, se quitó de encima un sepulcro que parecía infinito y pudo por fin ofrecerle a su incondicional afición una experiencia distinta, algo que pocos en ese lugar conocían, el gozar del sabor máximo de la conquista.

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