Sal y Azúcar
Mientras comía con Pancho Martínez Hinojosa en un restaurante en La Habana, con absoluto desparpajo tomó dos servilletas de la mesa, las desdobló y acto seguido tomó el salero. Le quitó la tapa y sin mayor preocupación vació todo su contenido en una de las servilletas. Continuó vertiendo todo el azúcar que había en un recipiente en la servilleta restante. Posteriormente, dobló cuidadosamente ambas telas para guardarlas en la bolsa de su saco. Advirtiendo una expresión de extrañeza en mi rostro, Pancho, con quien tenía yo una amistad entrañable, simplemente me dijo: es que hay escasez de ambos productos en la isla. Pancho era en ese momento ex Director del Centro Nacional del Derecho de Autor de Cuba (CENDA). Al finalizar la comida le entregué un bolso conteniendo pastillas de jabón, pasta dental, shampoo, toallas femeninas, rastrillos, espuma para afeitar y algunos medicamentos. Aún recuerdo la fuerza del abrazo que me dio al despedirnos.
Libertad
Alena Zamora era subdirectora en el CENDA. Licenciada en Derecho, especializada en temas de propiedad intelectual. Nos encontramos en varias ocasiones con motivo de las constantes conferencias que durante años impartí para distintas instituciones en La Habana. Previo a uno de mis viajes a la isla, hace casi 10 años de ello, Alena se atrevió a escribirme un correo pidiéndome que le hiciera un préstamo que le permitiera irse de Cuba junto con su hoy esposo en búsqueda de un mejor futuro, en búsqueda de la libertad. Prometió pagármelo algún día. Alena abandonó Cuba hace 9 años. Hoy es madre de una niña chilena. Hace dos años me habló para pedirme un número de cuenta para pagarme el préstamo que le hice. Rechacé hacerlo. La libertad de Alena y de su familia no tiene precio.
El Bufet
Acompañado de mis papás, en el año 2003 hice un viaje más a La Habana con motivo de una conferencia que daría sobre temas editoriales. Nos alojamos en el hotel Habana Libre, uno de los más grandes ubicado en la zona del Vedado. En casi todos los hoteles de Cuba, tanto el desayuno como la cena se sirven en la modalidad de “bufet”. Cenábamos los tres tranquilamente. Cuando me dirigía a servirme un postre, una mesera muy joven se me acercó discretamente y me pidió de forma muy amable que tomara un plato grande y me volviera a servir toda la comida que en éste cupiera, sin importar la combinación de alimentos que yo eligiera. Una vez que lo hice la petición que recibí fue sencilla: déjelo sobre su mesa que alguien más se encargará de recoger y limpiar aquella recién desocupada. Con tristeza entendí el mensaje. Repetí ese proceso cada noche durante toda mi estancia.
Reproduzco y adhiero lo publicado hace unos días por mi amigo Xavier López Miranda, quien, de madre cubana, escribió: “Más allá de las ideologías, los mitos, la auditoría de su revolución y de la interpretación histórica, murió un dictador responsable del éxodo de miles de personas, de familias separadas (incluyendo la mía) y de crímenes y represión contra su pueblo. Nada que llorar, nada que celebrar, prohibido olvidar. Que Dios bendiga a Cuba”.




