Desde pequeño, Saúl Gutiérrez demostró aptitudes y pasión por el deporte. Su estatura (1.92 metros) le hizo pensar a su mamá Evelia Macedo, que sería un gran nadador, pero su destino estaba escrito en el taekwondo.
Ese deporte por el que lloraba en sus inicios cuando recibía golpes o cada que perdía en el tatami. Caer en su primera Olimpiada Nacional ocasionó los gritos y llanto del michoacano quien, de acuerdo a Evelina, es perfeccionista y con ímpetu busca siempre ser el mejor en su disciplina.
Cuando se lesionaba en los combates, recordó su madre la noche previa al debut olímpico de Saúl, ni siquiera quería decirle a Evelia, pues en varias ocasiones lo exhortó a que abandonar el arte marcial.
“En el primer torneo internacional un entrenador coreano le vio potencial y le ofreció que se fuera a la selección de Italia. Ahí sí recibiría apoyo económico, del cual carecía en México, con la promesa de alcanzar el más alto nivel.
“Él dijo que sí quería llegar a unos Juegos Olímpicos, pero con México, sin importar si el apoyo llegaría o no”, recordó Evelia.
Por eso, cuando a su mamá le dieron la sorpresa dos días antes de la competencia de que viajaría a Brasil para ver a su hijo no dudó ni un momento en venir sin saber siquiera dónde pernoctaría.
Un amigo me contó de su situación y sin dudarlo fui por ella al aeropuerto carioca. Ayer se despertó desde temprano para ir a ver a Saúl, quien perdió en su primer combate.
Si bien la expectativa de medalla era alta, Evelia salió contenta de poder presenciar a su hijo en la máxima justa deportiva. Para ella, ése fue un gran logro para el taekwondoín mexicano, quien destacó sin tener muchos recursos y a quien ahora algunas personas atacan por haber perdido en su debut olímpico cuando llevaba ventaja de 7-1.
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