Durante 9.81 segundos el tiempo se detuvo en el Estadio Olímpico Joao Engenhao. Ser parte del momento histórico en el que el velocista jamaicano Usain Bolt se consagró tricampeón olímpico de los 100 metros planos en los Juegos de Río 2016 es una experiencia que recordaré con gratitud.
La adrenalina al ver cada una de sus zancadas que lo llevaron a la gloria olímpica fue muy parecida al momento que experimenté al disparo de salida cuando practiqué esta prueba en la preparatoria.
Empecé a entrenar atletismo por hobby, la entrenadora Nara vio algún potencial en mí y me convenció de iniciarme en este deporte. Si bien no era muy buena, las pruebas de velocidad me conquistaron.
Ver al hombre más rápido del mundo entrar al estadio me puso la piel chinita. Es impactante la energía que irradia y la entrega de la gente hacia el hombre ‘inalcanzable’, quien ha dominado la prueba reina de velocidad en los últimos 12 años.
Todo mundo sabía que Bolt llegaría antes que nadie a la meta. ¿En cuánto tiempo, con récord olímpico o mundial? Era la gran incógnita.
El Rayo no rompió ninguna marca. Contradictoriamente hizo una carrera lenta que le permitió mostrar que aun así es invencible, para meterse a la historia del olimpismo como el primer tricampeón del certamen en los 100 metros.
El estadio hizo reverencia al ‘Rey’ de la velocidad, quien con humildad agradeció el gesto saludando a los expectables para sellar la noche con su tradicional festejo.
Ya ansío que llegue su octavo título olímpico en los 200 metros...




