Imaginemos que eres el dueño del club más popular de un país con corazón futbolero; ha sido el equipo más ganador por años, pero hoy está sumido en crisis deportiva. Buscas refuerzos que te ayuden a salir del bache, tienes el dinero y en la mira a un talentoso volante, reciente campeón y seleccionado nacional.
Voces externas enteradas te advierten del momento personal que atraviesa este jugador: exceso de fiesta, la celebración le ha ganado al futbol, tanto que su actual club piensa mandarlo con los juveniles, como sanción, para buscar sacarlo de su problema.
Pero tú crees en segundas oportunidades. Confías que a ese futbolista que destaca por su brillo en el campo, lo podrás pulir también fuera, en el aspecto personal. Te gastas casi 10 millones de dólares y es tu fichaje estrella, inyecta de energía a la afición, de fe en recuperar pronto la gloria.
La decepción es casi instantánea. No sólo no termina por mostrar ese fulgor con la nueva playera, con tus colores, sino que los estudios en la práctica arrojan un pobre estado físico. La conducta distendida no para; incluso sus nuevos vecinos ya se quejan. Para colmo, en la previa del gran partido del año, tu Clásico, llega a la práctica aún con la fiesta encima. Tu entrenador no puede más y sus compañeros le siguen perdiendo la confianza.
Lo último que faltaba: la prensa destapa el problema, lo hace público. ¿Tú qué harías? Ahí el dilema.
¿Aceptas el problema en el que está inmerso, lo exhibes? es tu gran fichaje y desembolsaste tremenda suma de dinero por él, ¿o le das una nueva oportunidad, lo arropas y buscas solución interna? Esto último es lo por lo que optó Jorge Vergara en el caso del Gullit Peña.
NEGACIÓN, MECANISMO DE DEFENSA
Es un hecho que Carlos tiene un problema, no es un secreto, lo arrastra desde su época en León, agudizado tras el Mundial de 2014. Y aún no lo arregla. Lo publicado se queda corto con lo que hemos escuchado y comprobado de su conducta, detalles que no interesa revelar. Nuestra obligación es dar certidumbre al lector, en este caso al aficionado, y ante un problema que afecta a Chivas antes del gran duelo con América, hemos ventilado lo sucedido con Peña.
Tras el incidente, la separación del equipo estuvo contemplada en un inicio, especialmente por el gran enojo de Almeyda. Pero la directiva encabezada por Vergara decidió no hacerlo, sino trabajar con Carlos de forma interna y recuperarlo. Era de esperar que no se hiciera público. El dueño del Rebaño se limitó a decir a RÉCORD al ser consultado, que el día del incidente sí llegó indispuesto, pero por un “problema del estómago”.
Ayer confirmaron, como publicó este diario, que no estaba separado, sin reparar o aclarar sobre el real problema del futbolista. Lo entiendo, además de ser su gran inversión del invierno, es un ser humano con familia al que tienen que proteger. Sin embargo, esto no quiere decir que esté bien aguantar la indisciplina. Ayer mismo tuvimos un gran ejemplo de otra forma de entrarle a un problema similar: a Carlos Vela también le ganó la pachanga y su club, la Real Sociedad, sí decidió apartarlo. Le saldrá caro.
“El entrenador ha decidido que no entrene con el grupo y el equipo respetará esa decisión. Sorprende que un compañero no acuda al entrenamiento. Al vestuario no le sentó bien y se lo hicimos saber”, reveló Xabi Prieto, compañero de Vela. Gran diferencia.
Si Peña juega o no el domingo ante el América, pierde relevancia. Ojalá que se logre recuperar un fantástico futbolista mexicano. Acá lo importante es la actitud de Chivas, cómo encara el problema, negándolo, culpando a la prensa del incidente o dando un ejemplo de cómo se puede ayudar a que una persona supere una grave enfermedad. Por el bien de Carlos, ojalá que se logre esto último.
DE REMATE
Ojo con lo que va a soltar mañana Ángel Reyna desde Verde Valle, el último jugador caro con problemas extra cancha en el Rebaño. Viene una buena revelación.
