La puerta para llegar a Chivas está abierta de par en par. Será decisión de Alan cruzarla. Aunque para ello debe renunciar a la lucha que levantó contra Tigres desde que acabó el Mundial 2014, cuando creyó defender su libertad contractual en busca del sueño europeo.
Para jugar en el Rebaño, Pulido debe aceptar que se equivocó, tragarse palabras y agachar la cabeza, reconocer que sí es jugador de Tigres. No sólo está el orgullo de por medio, sino el riesgo de que Levadiakos y Olympiacos, los clubes que aceptaron ficharlo y lo pusieron a jugar a pesar de la controversia, le reclamen por vía legal la contradicción: decir primero que era libre y después que siempre no. No es un tema nada sencillo.
Eso de que Olympiacos tasó a Alan en 22 millones de dólares es falso. La cifra (que además es menor, pero que Chivas tampoco pensaba pagar) es algo así como una cuenta final; los griegos pedían el valor de la carta de Pulido y le agregaron el costo de una inminente multa por fichar y vender a un futbolista que pertenecía a otro club, según el fallo del TAS.
El panorama es claro: Chivas ya arregló cuánto le dará por el delantero a Tigres, club que en su momento puso la cláusula de rescisión de Alan en 12 millones de dólares y que hoy está dispuesto a acabar la polémica con un pago menor; Pulido está de acuerdo con el salario y propuesta deportiva que el Rebaño le ha puesto en la mesa, y sólo falta que el tamaulipeco y sus abogados acepten desistir del conflicto contractual con los felinos del Norte.
No está fácil, pero Alan empieza a desesperarse por jugar, y si en estos días no le llega una oferta de Europa que le mueva el tapete, terminará doblando las manos y vistiendo el jersey rojiblanco para inicios de 2016. Veamos




