Cardiff es tan británica como la hora del té, como el viento que despedaza los labios o como la lluvia eterna que se niega a desaparecer. Tierra de mineros y marineros que tienen su propia lengua y orgullo particular que los diferencia en la isla. A George lo conocían como ‘el escocés’, un honesto carpintero que como buen ‘british’ nunca dejó un trabajo incumplido y jamás entregó tarde una faena.
En Gales, el rugby es el deporte que manda, pero cuando uno viene del norte del Reino Unido, no hay más que hablar de futbol. Así creció John Benjamin, entre charlas de balompié y cuentos heroicos de hombres corriendo tras un balón, y lo hizo en medio del aserrín, los martillos, serruchos, cepillos, destornilladores, barrenas y un sinfín de astillas que le marcaron la infancia cuando quería ayudar a su padre en el taller, mientras éste se emocionaba contándole las hazañas del vetusto Old Firm, el clásico escocés entre el Celtic y el Rangers, ese partido que va más allá de serlo, ya que mete otro de los temas tabú de la humanidad en una misma bolsa. La religión.
Mientras sus amigos en la secundaria se reventaban los huesos jugando al rugby, “el deporte de villanos jugado por caballeros”; el primogénito de los Toshack prefería ser antagonista practicando el futbol, ‘el deporte de caballeros jugado por villanos’. “Nunca pensé en hacer otra cosa que no fuera jugar al futbol, tenía facilidad para hacerlo y me gustaba más que el rugby”, contó para The Sun.
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