Grata presentación del equipo Sub 17 mexicano en el Mundial de Chile. Se enfrentó a una rocosa Argentina que sólo tuvo a un elemento incómodo, un chico llamado Tomás Conechny, que si mantiene la vertical seguramente en un corto plazo lo veremos trascender.
Pero volviendo al cuadro de Mario ‘El Califas’ Arteaga, tiene una gran intensidad, dinámica, condición física y excelsa técnica.
El desarrollo del juego fue completo para México, dominó el ritmo y los tiempos sin chistar, orilló a la Albiceleste, que en 40 minutos ya pedía la hora porque se les desfondaron las piernas.
Pablo López, volante del Pachuca, es un pistón de ida y vuelta, ligero, rápido y eficaz. Magaña metió gol y además de hábil mostró grandísima capacidad de golpeo a portería.
Aguirre es un todoterreno en ataque, no fue claro con el balón, pero compite por todas las ocasiones que se le aproximan.
Cervantes es un péndulo que no se complica, ya que si es necesario hacer una pausa, retroceder y reanudar el juego por un costado lo hace. Es un elemento que al equipo le ayuda y lo estabiliza.
En el fondo el portero Romero luce fuerte, sobrio, con gran ubicación, dueño de las circunstancias, toma grandes decisiones, no se complica y no busca lucir, sino concretar las jugadas que protagoniza.
Da gusto ver un cuadro empaquetado y con personalidad como el de Arteaga. Sin excesos, con claridad y elegancia. Por el momento todo bien. Ahora viene Australia y se espera otra actuación redonda.
Qué bueno que de a poco los chamacos que llegan a la Sub 17 mexicana van entendiendo el compromiso de representar a un equipo que en esta categoría ya ganó. Eso los motiva y los obliga, porque de eso se trata cuando la historia te lleva a buscar enaltecer los libros.
