Los colores escurren por todo lo largo y ancho de los inmensos cerros que vigilan el interminable Pacífico. Destellos de luz que le dan un sentido más afable al rancio y poderoso puerto de Valparaíso en la costa principal de Chile. Contrastante es sin duda su desbordante actividad económica y cultural que de un momento a otro se diluye mediante la Avenida España con la tranquila, aristocrática y musical Viña del Mar. Sólo un lugareño o asiduo visitante sabe dónde termina una ciudad y dónde comienza la otra.
Elías, el tercero de cuatro hijos de la familia Figueroa, nació en el Cerro Polanco, lugar del único elevador vertical de los 15 que tiene la ciudad conocida cariñosamente como “Valpo”, dicho sea de paso, Patrimonio de la Humanidad y orgullo de todos los andinos.
Su padre Gonzalo era un ferroviario, que le daba una vida digna a los suyos. Le encantaba el futbol e hizo a sus hijos fanáticos de Santiago Wanderers, el club más antiguo de Chile y, claro está, orgullo porteño.
Elías desde muy pequeño anhelaba con jugar tras una pelota, pero el cuerpo se lo negaba. Un día el cuello se le ensanchó demasiado alertando a los médicos, una difteria lo atacó y debieron hacerle una traqueotomía de urgencia. Las vías respiratorias le fueron severamente dañadas y el asma lo acompañaría, según los doctores, el resto de su vida.
“Le dijeron a mi madre que jamás sería un niño normal. Que no podría correr”, le contó a La Tercera.
El viento gélido del puerto atormentaba sobre todo a Lidia, su madre, quien buscaba resguardo para el niño de apenas cinco años. Jamás podía estar descalzo y aún en verano como protección se le ponían sudaderas o camisas con cuello de tortuga.
Por eso decidieron mudarse a la cercanas Quilpué y Villa Alemana, lugares con menos humedad y un clima más amable.
Cientos de ocasiones una olla con agua hirviendo y eucalipto, así como una toalla para taparse la cabeza y respirar el vapor brotante, lo esperaban para buscar alivianar los síntomas de su afección. Fue a punto de tesón y voluntad que el joven Figueroa forzó su cuerpo hasta poder vencer el asma que lo atormentaba. Muchas veces terminó exhausto, arrastrándose en busca de un poco más de aire, pero su fortaleza mental pudo más que cualquier impedimento.
Cuando el mundo se le abría y el juego le llenaba el alma, el destino a los 11 años lo volvió a poner a prueba, esta vez no se trataría de no poder correr, ahora sería una noticia devastadora que lo dejaría sin caminar. Elías fue atacado por la poliomielitis, enfermedad que lo dejó un año en la cama sin poder moverse.
“Fueron momentos difíciles, no sentía las piernas, pero siempre he sido una persona muy positiva; sabía que saldría de esto, me mentalicé y con ayuda de mi hermano un día me decidí y me levanté. Tuve que aprender a caminar otra vez, hice mucho ejercicio, fortalecí mi cuerpo y logré superar la enfermedad”, describió en entrevista para CNN.
Mientras vivía postrado en una cama, su cabeza viajaba a campos de futbol repletos de gente que vitoreaban su nombre. Esa fue su fuente de inspiración que le llenaba de fuerza para poder levantar el vuelo.
A Elías le quedó claro desde niño que la vida no sería un jardín de rosas; sin embargo, él había encontrado todos los antídotos para combatir el fracaso que el destino quería marcarle.
Por ello, decidió convertirse en una fibrosa figura acondicionada a las más altas exigencias físicas. Hizo ejercicio como nadie y decidió jugar al futbol con tantas ganas que el tiempo perdido sería recuperado a marchas forzadas. Daría la impresión que aquello que la naturaleza en un momento decidió arrebatarle, en un dejo de clemencia y admiración se lo regresó.
Elías jugando al balompié le pegaba igual de bien con derecha que con izquierda. Su capacidad de elevación era sublime y su temperamento helaba las zonas más ardientes de la cancha cuando salía dominando la pelota desde su propia área sin chistar, sin temblar.
Cuentan que cuando asistió con 15 años a su querido Wanderers, lo mandaron a entrenar con el equipo infantil. El técnico del juvenil lo vio y al otro día lo subió de categoría. Sin embargo, al tercer entrenamiento, fue el entrenador de primera, el argentino “Gallego” Pérez, el que le dijo: “Pibe, usted viene a practicar con nosotros”.
Duró un año en Wanderers, donde lo bajaron de contención a defensa central. Sólo jugaba amistosos y fue Unión La Calera el equipo que lo pidió a préstamo. Con 16 años, se casó y además debutó en la máxima categoría del futbol chileno.
Un doble túnel sobre el atacante de Colo Colo, ‘Mandrake’ Jiménez, hizo que el narrador Hernán Solís, bautizará a Figueroa como “Don Elías”, apodo que lo sigue hasta ahora.
Con 19 años ya era titular con la selección de su país y dos gigantes de Sudamérica pelearon por su pase. “Hice los exámenes médicos con Independiente en Buenos Aires y de pronto llegó el presidente de Peñarol, me dijo que en la noche cerraban los registros en Uruguay y me llevó en avioneta a Montevideo”.
Cinco años con el Manya aurinegro que le hicieron conocer el mundo, ganar un bicampeonato local y ser galardonado tres veces como el mejor futbolista del campeonato uruguayo.
El Real Madrid lo buscó con desesperación, sabían que su liderazgo y técnica se trataban de cosas serias; sin embargo, el sueldo y el reto le llegaron desde Porto Alegre. “Antes en Europa no se pagaba lo que en Brasil, el Internacional era una buena opción y jugar contra monstruos como Pelé o Tostao era sensacional”.
En la tierra de los entonces tricampeones del mundo fue donde este chileno expuso su futbol al mundo. La capacidad de anticipación que tenía en las jugadas defensivas jamás se había visto. Las pelotas áreas las bajaba de pecho en su propia área y gambeteaba rivales para salir jugando. Patentó la chilena defensiva y remataba de cabeza como los dioses. Locuras de crack. Figueroa literalmente abría el mar.
Desde Alemania, Franz Beckenbauer, el hombre hecho defensa, dijo: “Soy el Figueroa europeo”
Elías jugó los Mundiales del 66, 74 y 82, este último a días de su retiro y siendo el único futbolista que lo hizo como abuelo, ya que su hija fue madre a los 18 años.
‘Don Elías’ fue considerado el mejor defensa central del mundo en tres oportunidades, mejor futbolista de la liga brasileña, formó parte del once ideal de Alemania 74 y se llevó en dos oportunidades el premio a mejor jugador del planeta en los años 75 y 76.
Fue la Confederación Brasileña de futbol la que le colocó en la mesa un cheque en blanco para que le pusiera precio a su convocatoria con el Scratch, invitación que declinó. “Para mis padres y mis amigos yo soy chileno. Cuando juego por Chile hago patria. Estoy orgulloso de ser de Valparaíso y de ser chileno, eso no se negocia”.
Jugando con el Inter de Porto Alegre, un cabezazo suyo contra el Cruzeiro le dio el primer Brasileirao de la historia al cuadro Gaucho.
Esa tarde el sol en Beira-Rio únicamente alumbraba la grada poniente del estadio. La cancha estaba opacada por la sombra, no obstante cuando el balón visitó el manchón penal buscando la gloriosa cabeza de Figueroa, una rayo de luz iluminó el testarazo del central chileno como si se tratara de una guía o una bendición divina, como si alguien más poderoso encumbrará al “elegido” con un flashazo en el momento culminante de aquel partido.
Le llamaron “El gol iluminado”. “Se hicieron estudios científicos, se analizó la imagen y nadie jamás pudo explicar aquel destello que apareció en el campo justo cuando hice el gol del campeonato” recuerda en cada entrevista por la qué pasa.
Su fineza técnica y su timing en las coberturas lo hicieron un cirujano. “El área es mi casa, ahí solo entra el que yo quiera”; quizá por tal motivo únicamente fue expulsado una vez en su carrera, en juego de Copa América frente a Perú.
Premiado entre los 100 más grandes de todos los tiempos por la FIFA; ‘Don Elías’ es también agasajado como el mejor extranjero en la historia de las ligas uruguaya y brasileña.
“Elegante como un conde de smoking, peligroso como un tigre de bengala. Elías Figueroa fue el zaguero perfecto”, de esa forma plasmó sus bondades futbolísticas el dramaturgo y escritor brasileño Nelson Rodrigues. Elías estudió Derecho y también terminó la carrera de Periodismo. Es empresario y tiene una fundación que fomenta el deporte y protege tanto a infantes como a las mujeres.
A pesar de ser el mejor futbolista chileno de todos los tiempos, la fama jamás lo nubló. Nunca se ha negado a una foto o a un autógrafo y relató una anécdota para el portal Viña del Mar ciudad del deporte.
“Yo era niño, iba con mi mamá por la calle Lira, en la Plaza Victoria de Valparaíso, donde estaba la antigua sede de Wanderers, me le acerqué a un importante e histórico jugador del club y me negó un autógrafo. Ahí dije, que si llegaba a ser alguien en la vida, jamás negaría alguno”.
Palabras de un niño al que las encrucijadas de la vida lo pusieron contra las cuerdas para que no pudiera ni siquiera aspirar a cumplir sus sueños; el asunto es que a pesar de recibir aquellos contundentes golpes de campeonato, estos nunca pudieron noquearlo, dejando en claro que desde aquella época el pequeño Elías, sin saberlo, ya era un “iluminado”.




