2016: El deporte mexicano sueña despierto...

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Opiniones, análisis y puntos de vista de los principales columnistas deportivos de RÉCORD. Entérate de lo que piensan los expertos del futbol mexicano y más.

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Opiniones, análisis y puntos de vista de los principales columnistas deportivos de RÉCORD. Entérate de lo que piensan los expertos del futbol mexicano y más.

Dicen que es mejor, siempre, soñar despierto. El problema de soñar despierto es que fantaseas y divagas con la mente totalmente abstraída y conduces tus pretensiones, tu horizonte y hasta tus necesidades hacia donde quieres llegar, alejándote, muchas veces, de la realidad que te rodea y de tu propia realidad.

Justo en una época de buenos deseos, de un entorno festivo, de un positivismo exagerado, de una condición casi natural para ponerse metas, para ambicionar, para esperanzarse, el deporte de México no termina por conciliar el sueño que le permita mantener vivas las ilusiones de su futuro. La realidad es dura y tajante. El deporte mexicano sueña despierto porque dormido no controla sus sueños y su propio futuro.

¿Defender el oro olímpico del futbol? ¿Trascender en la Copa del Centenario? ¿Mostrar un deporte competitivo en Río de Janeiro? El 2016 está en marcha para los retos que comprenden al deporte mexicano y aunque promete no ser sencillo, alienta la esperanza de que al menos algo de ello pueda ser, finalmente, realidad.

El 2016 está aquí, un año lleno en la agenda deportiva, enmarcado y engalanado internacionalmente por los Juegos Olímpicos y por la Eurocopa de Naciones, un año para despedir a figuras legendarias de los campos, de las duelas, de las pistas y de la piscina, un año para aceptar a nuevos y poderosos atletas y equipos, un año para disfrutar, indudablemente, de los grandes momentos que son parte del deporte, una de las últimas expresiones de la humanidad que mantiene ciertos aromas de romanticismo, de expresión libre, cultural, artística, lúdica, uno de los pequeños pretextos que nuestra especie no ha utilizado totalmente para generar más violencia, encono y distancia entre los pueblos.

Para el México del deporte el año estará marcado, como siempre, por un sendero de esperanza y de una realidad muchas veces aplastante que termina por asfixiar nuestros más profundos anhelos.

El futbol volverá a los campos de la expectación que provoca su propia pasión. El primer reto podría estar enfocado en defender la medalla de oro que de manera sorpresiva y también histórica se logró capturar hace casi cuatro años en Londres. México está clasificado –lo hizo pulcramente en su área de competencia– para Río de Janeiro, pero el futbol olímpico es un evento ‘caprichoso’ que mucho no termina por reflejar el verdadero nivel de los protagonistas que lo juegan. No estoy quitándole méritos al futbol de los Juegos Olímpicos, pero ha sido la propia FIFA la que lo ha remitido a ser un espectáculo pobre y muchas veces insulso dentro de una megacompetencia deportiva. México tendrá que presentar a sus mejores jugadores al límite de los 23 años y  escoger puntualmente a los refuerzos. Si esos refuerzos –que son fundamentales– juegan en las Ligas europeas, ya habrá un problema porque seguramente los clubes a los que pertenecen le harán elegir a la Federación Mexicana entre la Copa del Centenario –a jugarse más temprano en el verano– o a los Juegos Olímpicos. Usted y yo sabemos cuál será la decisión de los federativos. Brasil, que nunca ha ganado el oro en el futbol olímpico, será el candidato natural y todopoderoso para obtener el sitio más alto del podio. Apostar por México para refrendar lo que logró en Wembley es difícil, pero yo creo que en selecciones con límite de edad, el futbol mexicano ha mostrado en los últimos años otro tipo de condiciones que le mantendrán, en Río, en una faceta competitiva. El oro es una posibilidad lejana. La plata y el bronce, un sueño posible.

El futbol mexicano tendrá, antes de los Olímpicos, otro desafío interesante: la Copa del Centenario, un evento realizado conjuntamente entre la Concacaf y la Conmebol que promete atraer a algunas de las grandes estrellas sudamericanas de las canchas. La posibilidad de ver a Messi, a Neymar, a Luis Suárez, a Alexis Sánchez ante la Selección Mexicana es realmente atractiva. Una Copa América reforzada y remasterizada en un terreno –Estados Unidos– donde el futbol mexicano suele tener condiciones pasionales a su favor. Será, sin duda, la primera gran prueba que afronte el entrenador colombiano Juan Carlos Osorio. ¿Puede o debe México ganar la Copa? Entre el ‘puede’ y ‘debe’ hay una gran diferencia. Yo creo que México debe competir para, por lo menos, instalarse  en las Semifinales de la justa. Cualquier otro resultado sería un  retroceso, por no llamarle fracaso.

El tercer gran desafío está enmarcado en el deporte mexicano como delegación olímpica. Los Juegos de Río prometen ser complicados. México mostró, a mediados de 2015 en los Juegos Panamericanos de Toronto, que tiene ciertos atletas –quizá contados con los dedos de la mano– que pueden establecer condiciones para competir en la élite: el equipo de clavados, encabezado por la veterana Paola Espinosa (en sus cuartos Juegos Olímpicos), el de taekwondo que siempre es capaz de entregar resultados, el tiro con arco que ha obtenido éxitos a nivel internacional y quizá algo en el atletismo (caminata y fondo). Y hasta ahí nada más. Las pretensiones mexicanas serán muy reducidas y dependerán, como siempre, de una gran sorpresa. El desorden, por no llamarle caos, por el que atravesó la administración de sus federaciones deportivas en los últimos meses promete reflejarse en los resultados. México dependerá, como ha dependido casi siempre, de algunos esfuerzos individuales.

El 2016 está aquí. Y muy temprano en el año, al deporte mexicano le cuesta conciliar el sueño y por eso intenta, en la medida de lo posible, soñar despierto...