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Opinión

David Faitelson

David Faitelson es dueño de un estilo duro, pero frontal al momento de dar opiniones, que incluso le han traído choques con algunas figuras.

El Ferrari de los rines llenos de lodo...

2020-02-28 | David Faitelson
DAVID FAITELSON
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Ocurrió en algún momento del naciente siglo. Fue en un atardecer de futbol de sábado en el Bajío. Las llantas y los rines del Ferrrari rojo estaban llenos de lodo, estacionado justo a las afueras del Estadio Sergio León Chávez.

¿De quién es ese auto?, pregunté con mucha inocencia, pensando que habría sido el de algún afortunado futbolista que lo compró con la última ficha de su contrato.

Un poco de vacilación antes de la respuesta. Mi interlocutor bajó la voz, trago un poco de saliva y respondió tenuemente: “Es del jefe”.

Y yo entendí que las preguntas habían terminado. Más tarde, en el vestidor, se presentó ante mi el joyero Kleber Mayer, de Guadalajara, que se autoproclamaba como dueño del club Irapuato cuando el verdadero dueño, el mismo propietario del Ferrari rojo, el de las llantas y los rines llenos de lodo, estaba en el palco de honor, sentado, vestido de botas, cinturón con hebilla de oro y sombrero, viendo cómo jugaba su último 'juguete'.

El futbol, o parte del futbol en México, como aquellas historias tenebrosas de Atlético de Nacional de Medellín de Pablo Escobar o del Cali de los hermanos Rodríguez Orejuela, estaba en manos, nada más y nada menos, que del narcotráfico. Y lo sabíamos y no lo sabíamos. Lo entendíamos, pero como con muchas otras cosas de nuestro México, nos hacíamos de la “vista gorda”, nos hacíamos “güeyes o pendejos” como si eso no ocurriera o como si fuese un problema menor o pasajero. Teníamos miedo. Vivíamos en el miedo y tal parece que seguimos viviendo en ese miedo.

Sólo hay una forma de justificar lo injustificable en el futbol: que la realidad, cruda, fría, aplaste cualquier esencia de romanticismo.

El futbol mexicano no piensa terminar con la multipropiedad y sí cree en abolir el descenso como una medida emergente que puede transformarse, de pronto, en permanente. Multipropiedad y no descenso suenan dos términos que atentan completamente contra la esencia competitiva de un deporte profesional como el futbol, pero los dirigentes tienen sus propias razones, la mayor parte de ellas, sin duda, obedecen en un aspecto comercial. Otra, quizá, esté incluida en la parte que corresponde al México real que vivimos en el día a día. 

La única justificación válida para ambos fenómenos -que un dueño, una empresa o una familia tengan el control de uno o más clubes y que el ascenso y descenso desaparezcan del sistema de competencia- obedecería al genuino estado del país, donde los dineros 'buenos' se confunden con los 'malos' y donde no existe, ciertamente, un gran número de personajes, empresas o empresarios dispuestos a arriesgar su dinero en el futbol. 

Es evidente que México está en estado de guerra y de alerta ante grupos delincuenciales que nos han 'robado' la tranquilidad, la confianza y el derecho mismo a sentirnos seguros. El futbol ha tenido antecedentes poderosos de que sus intereses se han mezclado con el de personajes que se han aprovechado de su bondad -el futbol es una industria bondadosa- para delinquir. La relación futbol y dinero sucio es peligrosa, para una nación agobiada por el crimen organizado, por cárteles de las drogas que ven en este juego una oportunidad y un horizonte maravilloso para sus fechorías. Ya en un momento estuvieron ahí, sentados en la misma mesa, manejando clubes, dirigentes, entrenadores, futbolistas, periodistas, árbitros. Cuidado, mucho cuidado.

Entendería que ese debe ser el principal temor de quienes sostienen esta industria y que se ha fortalecido con base en la inclusión de conocidos personajes y empresas del medio comercial del país. Compañías, hombres, familias que tiene años y años de tradición y de arriesgar su dinero en el futbol. Personas de bien que, en principio apoyando un pasatiempo, han transformado sus modelos y se han adaptado a lo que los nuevos tiempos exigen. Atemorizarles con el simple hecho de que su negocio se puede ver inundado o mezclado por vividores, oportunistas, delincuentes que buscan sacar un beneficio del futbol, no parece una buena idea. 

Es mentira de que hay suficientes personas con la capacidad y el verdadero deseo de arriesgar su patrimonio en el futbol. Me queda claro que no es así. La última incursión importante de un empresario y una empresa seria era la de Gallos de Querétaro, de la Familia Vázquez Raña y el Grupo Imagen, que decidió irse del futbol casi con la misma premura y velocidad con la que llegaron en su momento convencidos por el entonces presidente de la FMF, Decio de María. El Querétaro pasó a formar parte de una multipropiedad (Grupo Caliente) porque corría el riesgo de volver a lo que alguna vez fue: el equipo de un narcotraficante que controlaba además al Irapuato y que se había apoderado de una zona trascendental para sus negocios y para los del futbol mexicano. 

Negar la realidad es lo más sencillo. No hay el número suficiente de empresas y empresarios para una Liga solvente y poderosa en el futbol mexicano y los equipos de la División de Ascenso corren el riesgo de atraer al crimen organizado o a generar esa sinergia tampoco nada positiva entre gobiernos y futbol. Y entonces, cuando hay un cambio de poderes o de intereses y gustos políticos, el futbol es lo menos importante de los más importante. He ahí el riesgo.

Yo no justifico nada. La multipropiedad es una ilegalidad y la abolición del descenso una canallada al sentido competitivo del juego, pero entiendo que el futbol, como industria, como un factor para y de la sociedad, no puede vivir ajeno a lo que ocurre en México. Y ese México virulento, nervioso, inexacto, no está para garantizarnos nada. El futbol necesita garantías de que los malhechores, mal nacidos, no vuelven a involucrarse en sus estructuras. ¿O acaso queremos que vuelvan los Ferraris con los rines llenos de lodo a las afueras de los estadios?

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