Hace un año en el Juego 7 de la Serie Mundial, dejaron en tercera base la carrera del empate. Los Gigantes, de la mano de un increíble trabajo de Madison Bumgarner, festejaron en el diamante del Kaufmann Stadium la consecución de su tercer título en cinco años, mientras que para los Royals la decepción, pero sobre todo el hambre de triunfo, crecerían durante los meses subsecuentes. Desde el primer día del trabajo en primavera, los dirigidos por Ned Yost se fijaron la meta de dar ese pequeño gran paso que habían dejado pendiente, para darle a su fiel afición la satisfacción que había esperado pacientemente durante treinta largos años. Y aunque el reto de mantener el nivel competitivo y regresar a un Clásico de Otoño tras un descalabro tan doloroso es monumental, un nuevo fracaso simplemente era inaceptable para este excepcional grupo de peloteros.
El domingo en Citi Field, Kansas City ganó de forma brillante el segundo título de su historia y festejó en patio ajeno, tal como San Francisco lo había hecho 12 meses atrás, la conquista de un gallardete que será recordado durante muchos años por miles de fanáticos que viven un intenso idilio con su equipo favorito de beisbol.
De entre los muchos factores que hacen de éste un equipo especial y ganador, me llama la atención la filosofía de una ofensiva que nunca parece darse por vencida. Y es que no es un tema menor que en una era en donde el pitcheo ha retomado un papel predominante en la Gran Carpa y en la que el exceso de ponches ha dejado de ser factor de preocupación para los coaches de bateo, la ofensiva de los campeones fundamente su éxito en su capacidad para hacer contacto y proteger la zona de strike. Además, los Royals corren las bases con agresividad e inteligencia y siempre están buscando la forma mantener “la línea en movimiento”. Evidentemente, la excelente defensiva y un bullpen a prueba de balas son el complemento ideal para la novena de Ned Yost, pero el instinto de supervivencia, magnificado en los Playoffs con ocho victorias viniendo de atrás, me parece el factor distintivo de esta espectacular escuadra. Y aunque siempre resulta arriesgado hacer pronósticos y falta saber qué tantos peloteros pudieran dejar a la organización vía la agencia libre, me da la impresión que la dupla de Dayton Moore y Ned Yost ha hecho un trabajo que le da un futuro alentador a la organización.
Del lado de los Mets, la herida tardará un buen rato en sanar. Tuvieron la ventaja en los cuatro partidos que perdieron, y en tres de ellos estuvieron a dos, cinco y un out de la victoria respectivamente. Los errores de ejecución y la algunas decisiones cuestionables de Terry Collins marcaron la diferencia en una serie que ha sido muy pareja y altamente competitiva. Sin embargo, cuentan con una rotación plagada de talento que puede llegar a ser la mejor de mucho tiempo en la Gran Carpa, y si la familia Wilpon puede seguir pagando una nómina competitiva, no sería extraño que pronto regresara la oportunidad de conseguir un título que hace tres décadas añoran los aficionados del “otro” equipo de Nueva York.
