Uno debe rendirse ante la profunda y enquistada rivalidad entre Monterrey y Tigres. No se puede obviar que esta grata y punzante confrontación en ocasiones los hace ensimismarse y olvidarse que también existe vida afuera de su mundo. Pero son estas bravías rivalidades las que enaltecen a la pelota y la llevan a otra dimensión.
La pugna entre estas dos honorables instituciones tiene abiertos múltiples frentes de ataque. Empezando por el tema económico, elemental para permanecer a la vanguardia. Sus recursos monetarios son ilimitados, y en recientes fechas muy bien utilizados. Ambas plantillas son descomunales en poderío y recurso humano, siendo la de Tigres ligeramente más rica en su base nacional. Esta obsesión por permanentemente estar espejeando lo que hace el odiado rival los ha convertido en voraces competidores que controlan y hacen suyo el mercado. Desde hace tiempo son una opción válida y sumamente seductora para cualquier futbolista local o foráneo, son ya una temible competencia para otros grandes clubes en el tema de las contrataciones. Esto aunado a la sensacional ciudad que es Monterrey, moderna, global, sana y aspiracional.
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