Con bombo y platillo, como si de verdad se tratara de un asunto que hubiera que celebrarse o aplaudirse, la FIFA anunció esta semana la lista de candidatos que buscarán la presidencia del organismo el próximo mes de febrero, pero si alguien pensaba que el actual escándalo de corrupción que ha rodeado al futbol internacional sería capaz de cambiar las estructuras de la FIFA, podría estar más que equivocado.
Y es que entre los siete aspirantes nos encontramos con personajes como Ali Bin Al Hussein, quién tras las detenciones ocurridas en la víspera del congreso de la FIFA hace algunos meses, decidió retirarse de la contienda, permitiendo la reelección en automático de Josep Blatter.
También nos encontramos con Tokyo Sexwale, ex funcionario sudafricano, involucrado en la organización del Mundial de 2010 que, recordemos, está bajo sospecha e investigación, lo cuál, digamos no lo hace el aspirante más transparente que digamos.
Otra ‘fichita’ que aspira a la Presidencia de la FIFA es Musa Hassan Bility, dirigente de la Asociación Liberiana de Futbol y que en el 2013 fue suspendido de cualquier actividad relacionada con el futbol por la Confederación Africana, acusado de traficar con información confidencial del organismo.
Por último, no podemos olvidarnos del más conocido, Michel Platini, quién actualmente se encuentra apelando la suspensión de 90 días que impuso el Comité de Ética de la FIFA por recibir un supuesto pago irregular por parte de Joseph Blatter, quien en días recientes ha señalado al francés como máximo responsable de todo el FIFA Gate.
Como vemos, la discusión del tema, más allá de centrarnos en los defectos y cualidades de cada uno de los siete candidatos registrados, tendría que pasar por la reinvención de la FIFA, la cuá,l a ojos de todo el mundo es de vital urgencia y relevancia. Y es que, ¿de qué sirve tener un nuevo presidente de la FIFA, si el organismo seguirá tolerando y ocultando los malos manejos?
Por supuesto que la misión no es fácil, pues requiere de mucha determinación, apoyo y tiempo. Sin embargo, no podemos olvidar que vivimos en el 2015, y de entrada valdría la pena replantearse la función de la FIFA como un organismo de regulación del balompié mundial. Es decir, ¿Cuál es su misión como ente deportivo, social y hasta político que en determinados momentos ha llegado a tener? ¿Qué intereses defiende? ¿Cuál es la injerencia de los jugadores, los grandes protagonistas de esta industria, en la toma de decisiones? ¿Por qué en vez de depositar el poder en una sola figura como es el Presidente de la FIFA, no se contempla una asamblea representativa de los diversos continentes del mundo?
Y por supuesto, ¿De verdad el futbol necesita de la FIFA para seguir existiendo o es la FIFA la
que necesita del futbol para sobrevivir?




