CÉSAR HERRERA
La historia de Esteban Gutiérrez es la de la estrella predestinada al brillo total. Desde que se subió a un auto de carreras, Gutiérrez reveló a su familia un talento excepcional, de esos que son uno entre miles. Aunque el de Monterrey fue señalado desde hace tiempo como un ‘seguro’ piloto de Fórmula Uno, cumplir ese destino ha sido una tarea monumental para él.
‘Guti’, de 21 años, es un tipo formal en todo momento, amable, educadísimo. Su formación del último lustro no sólo ha sido al volante, también ha aprendido todas las formas que su profesión le requiere fuera de la pista. Ha sido entrenado para ser un piloto de F1 en toda la extensión de la palabra.
Serio, tímido e introvertido abajo del auto, arriba de él, el verdadero Esteban toma forma. Dominante cuando tiene el mejor auto y un cazador con temple calculadora cuando es turno de recuperar posiciones. Pulir ese talento, empero, ha requerido un proceso largo, con momentos de gran éxito, pero también con episodios de mucha dureza.
Tras sorprender a sus padres consiguiendo el subcampeonato de la Fórmula BMW Estados Unidos en 2007, Gutiérrez fue enviado a Europa a iniciar su camino a la categoría reina. Lo que inició como un hobbie –que sus padres esperaban fuera pasajero- se convirtió en algo serio.
En 2008, Esteban logró el titulo del Fórmula BMW del Viejo Continente, que le valió reconocimiento generalizado y esa condición de estrella del futuro. El primer golpe al ánimo del prometedor volante mexicano ocurrió el año siguiente, cuando no destacó como quiso en la F3 Euroseries. Acostumbrado a dos años de triunfos, no figurar lo obligó a poner los pies en la tierra.
Las cosas mejoraron rápidamente. La escudería ART GP, el formador de talentos como Nico Rosberg y Lewis Hamilton, lo llevó como su punta de lanza a la nueva GP3 Series, que Gutiérrez dominó de inicio a fin. Su segunda corona en Europa le valió ser nombrado por Sauber como piloto reserva.
En la antesala de la F1, la GP2, Esteban Manuel recibió las lecciones más enriquecedoras. Su primer año ahí (2011) fue el esperado, con errores y aprendizaje. En el segundo, cuando se le catalogo como amplio favorito, las cosas no marcharon conforme a lo esperado.
Una pésima fortuna minó su concentración, provocó errores y llevó al regiomontano al límite. El talento estaba ahí, pero no la confianza para explotarlo. Gutiérrez debió reinventarse sobre la marcha; al final, el tercer lugar del campeonato fue una grata recompensa.
Esteban llega a Sauber con grandes expectativas, sí, pero no hay garantía de que vaya a cumplirlas. Para confirmar esa condición de futura estrella, Gutiérrez tiene mucho trabajo por delante. Como siempre.
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