Hay cuentos como el del lobo, en donde Pepito va a la aldea a gritar “ahí viene el lobo” y todos salen a cuidar a sus ovejas, creyendo en el pequeño y al darse cuenta que no hay nadie se sienten timados. La misma broma Pepito la aplica una vez más hasta que al caer una y otra vez en los engaños del niño, optan por no creerle. Hasta que una ocasión ese mentado lobo sí llega, Pepito grita y por obvias razones no le creen y ese animal acaba terminando con las ovejas del pueblo. Esto significa que hay historias que son tan contadas que no siempre llegamos a creerlas. Algunas de esas se escriben en el boxeo.
El adiós de Manny Pacquiao
Vaya forma de despedirse por parte de uno de los hombres más importantes en el boxeo internacional. La noche del pasado sábado, el filipino sensación Pacquiao, mostró la velocidad como hace muchos años no veíamos. El Manny de esa noche es el que se había perdido en un deporte que dominó, en un mundo que conquistó. Irse como ganador ante un hombre con menor edad que él y con mejores recursos físicos fue digno de un rey, un rey que nos dejó a algunos con la boca abierta y con ganas de verlo por lo menos una vez más en esta exitosa carrera.
Vi a un Pacman con la decisión de hace algunos años, con el atrevimiento que hace ya más de cuatro años no veía, un filipino con hambre, la cual había intercambiado por lujos y excesos.
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