Un año sin ti...

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Opiniones, análisis y puntos de vista de los principales columnistas deportivos de RÉCORD. Entérate de lo que piensan los expertos del futbol mexicano y más.

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Desde pequeño 
Cuando tuve el gusto de conocer a Pedrito, él tenía no más de 12 años. Fue en casa de sus padres y recuerdo al niño haciendo ejercicio con una barra improvisada por él mismo. Recuerdo que su padre, don Pedro, no quería que su hijo fuera luchador por el sufrimiento que llegan a tener estos valientes seres.

Y para muestra todo lo que vivió El Perro Aguayo, una de las carreras más accidentadas y adoloridas que lo llevaron a convertirse de mártir a ídolo de los encordados mundiales. Pero eso le importó poco a Pedrito que desde que era un infante, sabía que se convertiría en ídolo.

Exitosa carrera
El principio de sus andares por los cuadriláteros no fue fácil. El portar luchísticamente el nombre de su padre, fue un peso que al inicio no lo dejo sobresalir como años después lo hizo cuando llegó al CMLL. Este cambio fue un parteaguas en su carrera. El coso de la afamada colonia Doctores en nuestra Ciudad de México fue el hogar donde Pedro se sentía más cómodo. Era su casa, en la cual, viernes tras viernes recibía a miles de personas provocando emoción, odio, respeto, coraje y hasta risas. Sentimientos encontrados que pocos como él podían causar al ‘Monstruo de 17678 cabezas’.  

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