Pasadas 20 vueltas del Gran Premio de México, quedó claro que sería una carrera regular, con pocos puntos altos y contadas emociones, como la mayoría de esta temporada y como muchas en la época reciente. No, no nos confundamos, como evento, el GP mexicano fue brutal, un éxito de organización que dejó boquiabierta a la F1 y que ha puesto muy alta la vara para otras fechas del calendario del serial rey.
El jueves, Fernando Alonso (que sabe mucho, por supuesto) dijo que no se debía juzgar al renovado Autódromo Hermanos Rodríguez por cómo resultara la carrera del domingo; lo mismo pidió a RÉCORD Hermann Tilke, encargado de remodelarlo: algunas carreras son aburridas y otras no, son impredecibles, casi como un partido de futbol.
Bueno, ayer, la cereza en el pastel de nuestro GP habría sido una carrera espectacular, vibrante de inicio a fin. Pero no, se quedó en regular, quizá ‘buena a secas’ siendo benévolos. Eso sí, las decenas de miles de personas en la Ciudad Deportiva se fueron satisfechas, ver de nuevo –o para muchos, los más, por primera vez– una carrera de la máxima categoría.
No puedo negar la alegría –y sé que habló en nombre de muchas personas que de algún modo han estado vinculadas al automovilismo mexicano en los últimos años– de ver a la F1 rodar en el AHR, pero he de reconocer que me voy con las ganas de haber visto más. Tendré (tendremos) que esperar 12 meses para que la F1 pueda lucirse a tope.
Créanme que es algo que el GPMX va a necesitar. Cuesta trabajo pensar que muchos nuevos aficionados decidan venir año con año, pagando lo mucho que hay que pagar, para ver contadísimos rebases. La F1 debe enamorar a México. Hoy se dio el flechazo. El año que entra ya debe haber romance y noviazgo inminente.
Al cierre
Bien lo dijo Checo, el de ayer debe ser su peor resultado en el GP de México. Ojalá pueda correrlo nueve o 10 veces más. Él sabe que todas las fichas habrán de moverse para que pueda ganar en el Hermanos Rodríguez. Apuesto a que lo hará. Tiempo al tiempo.
