Quisieron hacer una fiesta y les salió completa. Con la complacencia de un penoso Monarcas, el América concretó su caprichoso homenaje-despedida al último de sus mohicanos, Cuauhtémoc Blanco.
Más allá de las formas atropelladas y grisáceas con las que se hizo el registro del futbolista más polémico de las pasadas dos décadas, lo llamativo surgió al verlo jugar 37 minutos como un protagonista del campo. A los 43 años, sin piernas, con el cuerpo devastado por la erosión natural, pero intacto en sus bondades técnicas, Blanco llenó el Azteca para que su pueblo lo viera tocar el violín, hacer la ‘Cuauhtemiña’, el amague genital, un taquito y pegarle al travesaño por última ocasión.
En Coapa aseguraron que no se trataría de un carnaval el encuentro del sábado y que no se vería como un homenaje; sin embargo, todos, hasta el visitante aturdido por la ocasión, colaboraron para que el show fuera casi perfecto. Peralta prefirió esperar la llegada de un cansino número 100 al área, aunque se perdiera una oportunidad franca, para ver si el de Tlatilco anotaba en su despedida. Incluso, el mismo estadio exigió un penalti cuando el dignísimo Carlos Adrián Morales se atrevió a salirse del script y le lanzó una barrida limpia al festejado.
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