El brazo izquierdo lo devela, le desnuda el alma, en él tiene tatuado el nombre de sus padres e hijos, a la Virgen María y a Jesús en la cruz, pero también tiene ángel enorme y entre las alas, arriba de la cabeza surca el temible triple seis, ese que pocos se atreven a hacer público por miedo a ser, paradójicamente, satanizados.
“Creo que todos somos ángeles y demonios en nuestras vidas; yo la mayor parte del tiempo soy demonio y muy pocas veces ángel”, regala la declaración una sonrisa que le deja ver la encía para Antena 3.
Es José María Gutiérrez Hernández, pero su nombre así dice poco y nada, porque en los campos de futbol lo conocieron como Guti. Un madrileño recalcitrante, un madridista furibundo, un exquisito técnico con una cabeza puesta sobre la montaña rusa de las emociones.
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