A pesar de estar más cerca de Belgrado, la capital de Serbia que de la propia Zagreb, máxima ciudad croata, Osijek, comunidad que raspa la frontera, no sufrió destrozos importantes en su estructura durante la cruenta Guerra de los Balcanes; sin embargo, mientras sus armazones esquivaron los estropicios, su gente perdió familiares, afectos, debió huir antes de ser masacrada por los que antes eran sus vecinos o, por qué no, sus conocidos o hasta sus amigos.
Por más que los libros insinúen victoria decantada hacia algún costado, en realidad nadie gana en las guerras, porque el dolor, las secuelas y el rencor son difíciles de extraer.
Miroslav, una vieja gloria yugoslava del lanzamiento de bala engañó a su hijo diciéndole que tanto él como su madre Milka se encontraban bien cuidando el campo en la periferia de Osijek, le insistían en el tema y le comentaban que buscara cumplir sus sueños de trascender en el futbol profesional de España, que ellos no irían con él; sin embargo, le mintieron porque más de una vez estuvieron cerca de morir en bombardeos y asaltos por parte de tropas serbias a sus tierras, pero un escondite subterráneo debajo de la casa les salvó la vida. Esa historia Davor, el primogénito de los Suker, nunca la supo hasta entrados los años de paz en la región.
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