Subir a un equipo a la Primera, en este caso River Plate, quizá pueda ser más ‘sencillo’ que evitar el descenso de otro popular como lo es Guadalajara. En eso radicaba la duda de un técnico no con muchos años de experiencia en las bancas, no así en las canchas del mundo.
Lo valioso de Almeyda es que además de aceptar problemas personales que lo orillaron a dejar el futbol, tuvo la capacidad para volver al campo de juego y aunque se comió la amargura más grande de su carrera, le metió el pecho a las balas y formalizó su posición de técnico que ya manejaba como capitán meses atrás en el club de sus amores.
Hizo que River volviera a creer en su grandeza desde el hoyo que representa el ascenso y cuando consiguió su objetivo, los resultados en Primera le fueron esquivos. No obstante, hizo que un cuadro típicamente modesto en nómina como Banfield pudiera alcanzar estándares muy regulares de rendimiento.
Un día llegó con seis maletas y varios colaboradores a la capital tapatía. Pocos creían que la apuesta del exótico dueño de Chivas pudiera funcionar; no obstante, hasta el momento la arriesgada apuesta va caminando mejor de lo que incluso se imaginaron los que manejan la guillotina más afilada del balompié azteca.
Se sabe que cuando aterriza un nuevo entrenador de inmediato se prenden los focos y se recupera un poco el espíritu de lucha interno para ganarse un lugar en el equipo titular.
Eso en Guadalajara lo han hecho millones de veces, el tema consiste en ver hasta dónde le alcanza al plantel el ánimo, al entrenador el control sobre el grupo y a Vergara la paciencia o el cambio de ánimo.
Siempre que se presenta a alguien como el responsable del primer equipo aparecen las frases hechas de “es el mejor entrenador”; “creemos que es el adecuado para poner al club en el lugar que le corresponde”; mientras que las respuestas son recíprocas: “vengo al mejor club de México”, “el plantel está para dar más”; bla, bla, bla.
‘Cebollazos’ tradicionales que sabemos después se revierten en cualquier instante ante la menor provocación y sin rubor alguno.
Por ahora las cosas marchan favorables a un técnico discreto que viene y habla de futbol, de táctica y trabajo. Digamos que Almeyda habla como jugaba. Sin secretos, profesional, básico, con entrega y sin lujos excesivos.
Para variar, luego de un rato los jugadores se cansaron de la formas militarizadas del Chepo y encontraron en Matías un bálsamo que quién sabe hasta cuándo los siga convenciendo.
El nuevo entrenador consiguió que el equipo ganara el Clásico, que sólo tenga una derrota en Liga desde su llegada y que esté en la Final de la Copa MX.
El tema del descenso sigue ahí, pero sin tanto nervio a cuestas. Por otro lado, hablar de Liguilla se antoja complejo aunque los números les dicen que todavía existe una mínima chance.
Chivas hoy tiene entrega, potencia su ataque y se siente cómodo con las indicaciones que vienen de afuera, incluso parece que por fin los escándalos que mueven constantemente al Rebaño fuera del terreno de juego se van alejando, aunque sea por unas semanas.
Son días claros en Verde Valle. Almeyda hoy es el ‘Mesías’ de un club al que le gusta la adrenalina y las llamas. Por el momento es puro romance, insisto, veremos cuánto dura, mientras tanto que la gente que apoya a Chivas disfrute porque uno nunca sabe con Vergara cuándo se van a pisar las flores del jardín.




