El Tratado de Versalles culminó en 1919 con el conflicto armado de la llamada Primera Guerra Mundial entre el Imperio Alemán y los Aliados encabezados principalmente por Reino Unido y Francia. En Baviera el trabajo escaseó y específicamente en la zona de Herzogenaurach, sitio que milagrosamente no recibió bombas, todo tipo de comercio desapareció.
Un chico panadero hijo de una lavandera y un curtidor, gustaba en sus ratos libres de aprender el oficio de su padre y un día con mucho esfuerzo empezó a comercializar zapatos deportivos hechos a mano dentro del pueblo. Este negocio creció tanto que un día Adolf Dassler, Adi, de cariño, le puso nombre a su emprendimiento y lo llamó Adidas. Lo siguió su hermano Rudolf, que años después se desprendería de la marca, pero se cruzaría la vereda para crear dentro del mismo rubro Puma, su gran competidor. Un duelo familiar llevado a las grandes ligas. Dicha rivalidad impulsó económicamente la región y salvó del olvidó y la miseria a Herzogeraurach y sus alrededores. En Puma el portero del lugar era el disciplinado y muy serio Heinz, esposo de Katharina, mujer que cosía a mano los gajos de balones mismos que se llevaba a casa para sacar más rápido y mejor el trabajo.
Ellos vivían dentro de un cuadro de humildad económica, pero sin carencias primarias y a expensas de seguir trabajando aunque el acta de nacimiento les dijera algún día debían parar.
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