El último de los rumanos

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Opiniones, análisis y puntos de vista de los principales columnistas deportivos de RÉCORD. Entérate de lo que piensan los expertos del futbol mexicano y más.

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Traicionera, de pique inestable, irregular, inesperado; un desafío a la calma y a la mente que siempre tuvo a un pequeño de tres años corriendo detrás de ella buscando solventar los trámites caprichosos de ese bote misterioso generado por el violento nudo que la hacía permanecer inflamada. 

Pero él con gobierno absoluto, la dominaba entre las puntiagudas piedras que le lastimaban las plantas de los pies. Sorprendía desde chico que un niño de su edad pudiera lograr semejante control sobre una pelota, que en realidad no nació como tal sino que fue hecha a la vieja usanza romana, aquella de sacarle las viseras a los animales y tomar la vejiga e inflarla, en este caso la de un cerdo, para que después funcione como intermediaria de la diversión. Es decir, como un balón.

Lleva el mismo nombre y apodo de su abuelo (Gheorghe, pero le decían Gica), un rústico arumano que debió dejar Macedonia por la guerra y refugiarse al final de el Danubio, donde todo se ahoga en el gigantesco estanque de agua salada llamado mar Negro que Rumania tiene a bien compartir con vecinos importantes e igualmente peligrosos. 

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