Más Morosinis

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Opiniones, análisis y puntos de vista de los principales columnistas deportivos de RÉCORD. Entérate de lo que piensan los expertos del futbol mexicano y más.

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Fecha 13 de la Serie B del Calcio, es decir, la Segunda División del futbol italiano. Brescia en busca de un lugar a la Liguilla por el ascenso a Serie A recibió al Trapani, equipo que lucha por no irse a la Serie C. Un lugar común y muy alejado del protagonismo balompédico internacional.  

Sin embargo, ahí en el Estadio Mario Rigamonti, sucedió algo que conmovió al mundo cuando un chico de 20 años, con el número 23 en la espalda de nombre Leonardo Morosini, nacido en Ponte San Pietro, un pueblo de la periferia de Bérgamo en plena Lombardía, norte de Italia, robó la pelota en la salida del Trapani, desparramó a dos defensas y liquidó al guardameta rival haciendo un golazo de aquellos, de los que Cristiano o Messi, se mandan de vez en cuando.

Sin embargo, su anotación a los 18 minutos, el segundo de su equipo que ganaría el juego 3-0, se vio enmarcado por la celebración. Morosini, corrió rumbo a la banda del campo y junto a los carteles de publicidad se inclinó para abrazar y besar la bandera de Francia, misma que se había utilizado previo al encuentro en donde ambos equipos guardaron un minuto de silencio, mientras sonaba la Marsellesa, el himno galo, en memoria de los caídos por la masacre de París, ocurrida el viernes pasado. Al término del juego dijo: “Estoy contento por el gol y la victoria. Ha sido un gol perfecto y lleno de alegría para mí, por ello decidí hacerle una pequeña conmemoración a las víctimas del atentado en París. Este gol se lo dedico a Francia”.

Un gesto sentido, solidario, honorable, conmovedor de un joven que apenas tiene un año como profesional jugando con el Brescia y que únicamente ha marcado seis goles, el de ayer el mejor de su vida y a pesar de lo que representaba realizar una jugada brillante repleta de esfuerzo, expresividad, elegancia y firmeza a la hora de la definición, Morosini no se olvidó de los ajenos, de los otros, de los que ni conocía, pero que sintió como propios, de aquellos que sufrieron una tragedia cuando tomaban un café, disfrutaban la cena, se acercaban a un juego de futbol o gozaban de un concierto, de esos que pagaron la locura de algunos pocos que no desean llevar el mundo en paz y se escudan bajo palabras del más allá para soltar su inmundicia contra inocentes.  

Morosini, desde su pequeña trinchera, lanzó un mensaje fuerte y seco para la unión. Era un domingo más en el gélido norte de la Península itálica, cuando un futbolista con el nombre de un genio, hasta ayer casi anónimo, sacó desde lo más profundo de su ser un tinte repleto de conciencia, amor, respeto y nobleza que nos demuestra que la paz es el único camino.