¿Recuerdas qué estabas haciendo cuando tenías 16 años?
Él debutaba en el Ajax de Amsterdam, el mítico club holandés que vive enalteciendo el nombre y la imagen del heroico guerrero griego que jamás recibió ayuda de los Dioses y que fue el único aqueo sin heridas en la Guerra de Troya.
Clarence Seedorf, a los 16 años con 242 días, debutó en el mismo club que vio pasar legendarios talentos como: Swart, Krol, Neeskens, Keizer, Cruyff, Rijkaard, Van Basten, Blind, Bergkamp, Davids, Kluivert, Sneijder y tantos otros que jamás vieron la luz profesional con el conjunto capitalino tan temprano como Clarence, el sudamericano nieto de un esclavo surinamés llamado Frederick, que fue liberado por su amo alemán bajo el apellido de Seedorf, es todavía el futbolista más joven en debutar con el cuadro más ganador de los Países Bajos; dicho sea de paso, lo hizo con unos zapatos tres tallas más grandes que le regaló su papá. “Sabía con el amor que venían y ni siquiera le dije a mi papá que me quedaban grandes, para no ofenderlo”.
Hijo de Johan y Dulce, trabajador social en un hospital y enfermera, respectivamente, llegó a Holanda cuando apenas tenía tres años. Sus padres, a pesar de la reciente independencia de Surinam, sintieron que las tierras neerlandesas tenían preparado para ellos un mejor futuro.
El balón era el único entretenimiento que poseía un chico de una familia inmigrante que vivía sin lujos, pero tampoco con necesidades básicas. “Me la pasaba corriendo con mis amigos jugando en la calle”, le contó a Sky Sports de Inglaterra.
Amante del futbol brasileño, lloró desconsolado el día que el francés Fernández clavó el último penal de la tanda contra el Scratch, que dejó eliminado al cuadro verdeamarela del Mundial 86 en el Estadio Jalisco. “Lloré, sobre todo, por ver a Zico, mi ídolo, fallar el penal y por verlo sufrir”.
La labor de sus padres permeó las neuronas de un chico que desde muy temprana edad encontró su misión en la vida. “Yo tenía siete años y viendo en la televisión un reportaje de niños desnutridos en Etiopía, sentí una tristeza enorme y decidí que en el futuro haría algo para mejor la vida de esa gente. Encontré una razón para vivir y luchar para colaborar socialmente con los más necesitados, buscar un mejor mundo para vivir”, relató en una conferencia ofrecida a estudiantes de la Universidad de Oxford.
Será por ello que ahora, gracias a su fundación ‘Champions for Children’, ha creado escuelas en Kenia, Camboya, Holanda, Brasil y un hospital pediátrico en su natal Surinam, que en la fachada tiene una placa que reza en dialecto local: ‘Mi sab’ dat mi lob Srana’ (Saben que amo a Surinam).
Pero para llegar a todo esto que le llena el corazón, Seedorf debió esquivar tentaciones múltiples. “Éramos un grupo de amigos caminando por las seductoras calles de Amsterdam, donde hay de todo, cosas buenas y malas; fui incitado muchas veces para beber, drogarme, desvelarme o gastar dinero en busca de sexo; sin embargo, supe enfocar mis ideas hacia mi objetivo y pude evitar todo eso. Está claro que de joven me privé de situaciones llamativas, pero yo quería otra cosa en mi vida”, dijo a la RAI.
La inspiración temprana de su familia y las lecciones de vida enviadas al planeta entero por parte del líder sudafricano, Nelson Mandela, no hicieron otra cosa más que afianzar su convicción de triunfar en el futbol para poder tener poderosas herramientas que ayudaran en el futuro a sus planes sociales. “Me hicieron ver que mediante el futbol podría mandar un mensaje de unión, diversidad, tolerancia, inclusión y participación”.
Seedorf en el campo era un todoterreno, sus virtudes estaban siempre por encima de la media; es decir, gozaba de buena técnica, soporte táctico, aguante físico, capacidad mental y enorme personalidad, paquete suficiente para salirse de la bolsa y lucir.
Futbolista apto para ordenar a sus compañeros, así como de exigir explicaciones amplias y justificadas a sus directivos y entrenadores. Cuentan los que jugaron a su lado que no era fácil lidiar con él, porque siempre tenía una pregunta más, que reclamaba respuestas inteligentes y no automatizadas.
“El futbol es un mundo de egos, pero cuando quieres ganar debes saber dejar de lado tu agenda y luchar por el bien común del grupo. Seguro que después siempre habrá momentos en los que podrás fijarte en tus cosas privadas y luchar por un mejor contrato, pero cuando eso está hecho, todo lo demás se trata de hacer equipo”, recordó para la Gazzetta dello Sport.
Se apoderó del medio campo del Ajax y después de ganar la Champions, con 19 años, se fue a la Sampdoria. “Fue duro pasar de una escuadra encaminada al torneo más complejo de Europa. En Italia aprendí a correr, porque la bola no pasaba mucho por el centro de la cancha”, se ríe en una entrevista para Globo Esporte.
Fabio Capello había firmado por el Real Madrid y quería sangre fresca, por eso se acercó al estadio Luigi Ferraris de Génova. “Al final de la temporada vino Capello y nos llamó con el brazo extendido a Karembeu y a mí, nos dijo: ‘¿Quieren venir al Madrid?’, yo giré la cabeza para los costados y le respondí: ‘¿Me está preguntando a mí?, deje que voy por mi bolso y nos vamos’”.
En la capital española, con la Ley Bosman fresca, el cuadro merengue empezó a sacar jugo de las bondades de la libre circulación de futbolistas europeos, mezclada con elementos de otros continentes; por ello creó la llamada ‘Quinta de los Ferraris’, conformada por Seedorf, Roberto Carlos, Panucci, Raúl y Guti, la cual fue bautizada así por la cantidad de autos deportivos que inundaban las instalaciones blancas.
Ese equipo, con un gol de Mijatovic a la Juve, rompió con la sequía de 32 años sin Liga de Campeones para el cuadro más ganador de esa justa; siendo así la segunda conquista para el holandés.
Con la llegada de Toshack, los nubarrones aparecieron y Clarence no estaba de acuerdo con encasillarse sólo por el lado derecho; hubo varias discusiones en el vestuario y la directiva buscó una salida. “Me llamó Marcello Lippi y me propuso jugar atrás de Vieri y Ronaldo; sin duda, la oferta era tentadora, por eso me fui al Inter”.
A finales del 99, el centrocampista neerlandés le pidió a sus compañeros grabar una canción llamada: ‘Un futuro lleno de amor’, para recaudar fondos destinados a niños en situación de calle.
“Una noche de insomnio me llegó la inspiración y escribí esta canción que después quise que grabáramos todos para Navidad y así tratar de recaudar fondos para destinarlos a las organizaciones correspondientes, que puedan llevarle comida a esos niños”.
La noche del 24 de diciembre Seedorf fue traspasado al Inter de Milán. “Me dolió irme del Madrid, porque para mí es el mejor equipo del mundo, por eso cuando te vas de ahí sabes que no es para mejorar”.
Las temporadas en su nuevo club no fueron las mejores grupalmente; alejado de los títulos, optó por cambiar de vereda y archivar sus pergaminos en la bodega del Milan. Ahí pasó una década dorada con 10 vueltas olímpicas entre ellas dos más de Champions, situación que lo convirtió en el único futbolista en la historia en ganar ‘Orejonas’ con tres distintos clubes. La noche que vencieron por penales a la Juventus, se tapó el rostro con las manos y no pudo hablar en la entrevista debido a la emoción del logro.
“Todas las copas tienen su propia historia, de trabajo, de dificultades, sudor y esfuerzo. Al final el trabajo en equipo hace la diferencia y las copas son como los bebés, los quieres igual a todos. Yo tengo cuatro hijos y sé lo que digo”, sonríe para Sky Sports.
Sus días de olor a césped terminaron en el Botafogo, porque a las horas de su retiro tomó sin mucho éxito las riendas como entrenador del Milan.
Sólo fue expulsado dos veces en su carrera en casi mil partidos disputados y ambas fueron sin pelota de por medio. Una por discutir con el arquero del Messina en la Serie A y la otra en Brasil por no abandonar la cancha por donde el árbitro le indicó, una vez que se había anunciado su cambio.
“Siempre quise la pelota limpiamente, era cuestión de mentalidad, nunca pensaba en golpear a los contrarios. Buscaba metafóricamente, si jugaba con medias blancas, que terminaran sin ensuciarse. Además puedo ser honesto, cómo me iban a expulsar si la pelota siempre la tenía yo. No necesitaba pegarle a nadie”, se carcajea.
Toda la fortuna que tuvo en sus clubes le fue reacia en selección. Llegó a Semifinales en el Mundial 98, además a dos instancias similares en las Euros del 2000 y 2004, así como a los Cuartos de Final en Inglaterra 96, sin embargo estuvo alejado también seis años del cuadro nacional por discusiones con entrenadores y federativos. “Me perdí dos Copas del Mundo y una Eurocopa; diría yo que son cosas del destino, aunque no me arrepiento”.
Altruista, benefactor y políglota que asegura que en la cancha el único idioma es el balón y fuera de ésta el amor por el prójimo.
“Fui afortunado en saber qué es lo que quería hacer en la vida. Tuve un don para poder jugar al futbol, de desarrollarlo y utilizar mi lugar para colaborar en la medida de lo posible con la gente, la comunidad. En la vida juego como en la cancha porque la diversidad bien encaminada nutre de poder al equipo; sin importar el idioma que hablemos, nos respetamos y nos entendemos los unos a los otros. Todos contribuimos por un mismo objetivo”.
Alguna vez un grupo radical en el Bernabéu colgó una pancarta que decía: “Vete a vender plátanos a tu Surinam natal”. Seedorf respondió: “No suelo darle importancia a esos ignorantes; eso es lo que quieren, que hablemos de ellos. La educación es el único camino para encontrar la paz en el mundo. La diversidad es lo que nos hace grande como especie y eso es lo que debemos buscar, porque el único color es el de las camisetas”. Con ‘S’ de Seedorf, con ‘S’ de: Solidario.




