Creció en el mismo barrio donde Gullit y Rijkaard se transformaron con un balón en los pies en el azote de la zona. De Baarsjes, es un sitio global reservado para 126 distintas nacionalidades que conviven cordialmente dentro de la enigmática Amsterdam. Ahí también vio la luz por primera vez el prócer del “Futbol Total”, el grandioso Rinus Michels; digamos que entonces De Baarsjes, en efecto es un lugar especial para los distintos, los osados, los arriesgados, los artistas. Rincón perfecto para crear, pensar más allá de lo imposible y quitarle paredes a la imaginación.
Wim, carpintero, plomero, electricista, vaya, un ‘arreglatodo’ y su esposa Tonnie, una exgimnasta amateur y amorosa protectora de su clan, formaron su hogar pegado a la periférica ruta A10, donde sufrieron con los ruidos incesantes de maquinarias gigantes que hacían crecer la colonia dentro de una zona fangosa. Le decían crujidos de la modernidad y el desarrollo para ‘vivir mejor’. Desde la ventana, Dennis, el más chico de los cuatro hijos veía cómo iban y venían tremendos mastodontes de metal mientras ensanchaban la tierra y destrozaban la naturaleza en pos de la construcción de vivienda.
Dennis, era cauto, silencioso, metódico y muy observador. La escuela, la iglesia y el futbol eran su todo dentro de una familia que vivía 24 horas a la vez.
En Amsterdam hasta cuando hace calor, hace frío y entonces permanecía muchas horas encerrado en su pequeño cuarto tratando de hacer un espacio para pegarle a la pelota contra la pared y creer que era una figura del Ajax.
Cuando dejaba de llover salía a la parte trasera de la casa hecha de ladrillos toscos e irregulares que se venían desgastando por las inclemencias naturales de vivir bajo el nivel medio del mar y entonces seguía con su ritual de lanzar cientos de veces el balón hacia la pared y dilucidar la reacción del mismo tratando de detenerlo cuando volvía. Generó una intensa fijación por la recepción del esférico.
“Me gustaba observar el comportamiento del balón, su trayectoria, los botes y la velocidad que adquiría si pegaba en algún borde y cuál era mi reacción para tratar de pararlo. Nunca me interesó mucho hacer trucos, ni pegarle fuerte, ni meter goles, yo me centraba en tratar de hacer el mejor control del balón posible”, le dijo a SkySports de Inglaterra.
En el vecindario sus hermanos armaban ‘torneos de naciones’ en las calles. Es decir, ellos jugaban por Holanda y enfrentaban a sus vecinos de Marruecos, Pakistán, Turquía, Surinam y demás resto del mundo que cohabitaba el oeste de Amsterdam.
En el colegio hacía atletismo, voleibol, basquetbol, pero lo que más le gustaba era un especie de hockey. “Era jugar futbol pero con la ayuda de un palo de madera, básicamente de una escoba. Yo le llamaba ‘Maradona’, lo pinté de celeste y blanco y le puse el número 10”, contó en su autobiografía “Stillness and Speed: My Story” (Quietud y velocidad: Mi Historia).
Le gustaba ver a Diego, pero su ídolo era el mediocampista del Tottenham Glenn Hoddle. “Fue mi inspiración, me fascinaba su control de pelota con ambas piernas y la precisión de sus pases; sabía cuándo y qué hacer en el campo”, le contó a The Guardian.
Su tío Jan era mago y los fines de semana pasaba horas con él tratando de descubrir sus actos. El último de los Bergkamp se mostraba paciente, pensante, meticuloso, analítico en cada movimiento de manos, dedos y brazos que hacía el hombre de capa y sombrero, para buscar resolver el acertijo.
Jan nunca le dio las claves para salir del laberinto, pero Dennis empezó a generar métodos de anticipación mental que lo hacían desenmascarar al hermano de su padre, que terminaban sacando los ases que había en la manga.
Empezó a ir dos veces por semana a la emblemática escuela del Ajax y conforme convencía a los entrenadores le pidieron que fuera diario. Era muy delgado y generaba dudas; sin embargo, veían que pensaba y, por sobre todo, creaba juego. Le enseñaron a mejorar el control del balón, el pase al espacio, los fundamentos del golpeo y la conducción. “Ajax no quiere que sus equipos juveniles ganen títulos, sino que desarrollen jugadores completos que puedan dar resultados deportivos en el primer equipo”, le recordó al Daily Mail.
La leyenda llamada Johan Cruyff lo debutó al lado de Van Basten, Aron Winter, Rijkaard y Danny Blind. Fueron siete años redondos que le dieron estilo y forma a sus trazos; incluso, Van Gaal le encontró una nueva posición: lo sacó del extremo y lo puso en medio para generar futbol y llegar si quería como media punta en ataque. El Milan lo buscó, pero no quiso ir allá porque ya habían estado tres holandeses de época que presionarían su estadía con los tifosi.
Desde la otra vereda, Massimo Moratti le lanzó el gancho y aceptó ir al Inter. Un cuadro que venía de bajada luego de tocar los violines con su tridente alemán Matthäus-Brehme-Klinsmann.
En Italia, en ese mundo de prisa y arrebato, el Calcio en cuestiones estéticas no es para los renacentistas, sino para los ‘resultadistas’. Se exigen números por encima de formas. Se quieren casas sin importar si tienen ventanas o mucho menos decoraciones. Ahí a Dennis le costó demasiado lucir, fue devastado por la prensa.
“En Italia el futbol es muy profesional. Hay mucha tensión, importa el resultado no la forma. Tienes una de gol y la debes meter, la gente te lo exige. Yo venía de Holanda en donde se generaban muchas ocasiones y no importaba si fallabas algunas”.
El diario romano La Repubblica destrozó a Bergkamp, al considerarlo un fiasco, entonces su sección de los lunes llamada “L’asino della settimana” (el burro de la semana), donde criticaban al peor jugador de la jornada pasó a llamarse “Il Bergkamp della settimana”.
“La prensa quería que hablara con ellos diario y yo era muy reservado, entonces se enojaron conmigo y empezaron a atacarme. Generaron muchas historias alrededor, llegaron a decir que me cambié de corte de pelo porque se me caía debido a la presión”, recapituló para FourFourTwo.
Hubo un momento crucial en su vida: el vuelo de KLM que salía del aeropuerto Schiphol rumbo al JFK, de Nueva York, previo al Mundial del 94, se retrasó por una amenaza de bomba. Para colmo, en el trayecto el avión sufrió de violentas turbulencias que dejaron a Dennis muy trastornado.
“Cuando regresé a Italia no podía concentrarme, tres días antes de algún juego pensaba que tenía que subirme al avión, luego en los partidos ya sufriendo porque sabía que al terminar iríamos al aeropuerto. Eso me desgastaba mucho. No era vida para mí”.
Penosamente la directiva neroazurra le prometió juego ofensivo y éste nunca llegó. “Con el empate estaban contentos y esa no era mi mentalidad, por eso opté por irme de Italia”.
En Londres, el Arsenal estaba lleno de piernas fuertes, pero carecía de un artista; lo contrataron, pero con una cláusula especial que combatía su aerofobia; Dennis siempre viajaría en auto o en tren a donde jugara el equipo, sin importar el kilometraje. Ahí se encontró con otra curiosa forma de ver el juego. “Desde niño sacrifiqué fines de semana por cuidarme para los juegos, nunca bebí ni fume. Pues en Inglaterra entrenábamos a tope y en la tarde veías a la mitad del plantel en el pub tomando cerveza, me parecía increíble, pero al otro día llegaban con todo a la práctica. Jamás vi en Holanda o en Italia que en los cuartos de hotel tuviéramos libertad de vaciar el refrigerador de las bebidas; ellos se divierten más”, relató para la BBC.
Tardó siete partidos en meter gol y por ende sufrió un mes de los tabloides londinenses, que aseguraban que el Arsenal había tirado el dinero al comprar al holandés. Eso sí, cuando mojó, el mar se abrió y al año siguiente con la llegada de Arsene Wenger desde Mónaco, se empezó a gestar una historia grande con el club popular de la capital inglesa.
Los estándares de calidad vistos en Highbury durante esa época tienen muy pocos comparativos dentro de los anales de este juego. Futbol preciosista de uno o dos toques, con triangulaciones incesantes, cambios de ritmo y juego orquestado por la varita de Bergkamp y coludido por un elenco merecedor del Oscar. Alternó escenario con Seaman, Lehmann, Adams, Merson, Wright, Anelka, Petit, Platt, Overmars, Vieira, Kanu, Cole, Wiltord, Parlour, Suker, Campbell, Gilberto Silva, Touré, Reyes, Cesc, Van Persie, Hleb, Adebayor y Eboué, pero sus más grandes sinfonías las entregó junto a Ljungberg, Pirès y Henry, generando un Campeón invicto y Subcampeón de Europa al que bautizaron ‘Los Invencibles’, mismos que se mantuvieron 49 encuentros sin derrota. Un equipo que emocionaba.
Metió 120 goles y entregó 124 asistencias como Gunner. Su joya máxima fue el 2 de marzo de 2002 ante el Newcastle, en Saint James Park. Vieira robó la bola, se la dio en primer cuarto de campo a Bergkamp y antes de llegar al medio sector se la pasó a Pirès que venía por la izquierda. Repentinamente Dennis arrancó rumbo al área levantó la mano derecha y pidió se la devolvieran. El francés le puso una pelota que venía botando, Dennis la enganchó de primera y de espalda en la media luna, con rambersé hizo que el balón le pasara por enfrente y hacia la derecha del central griego Nikos Dabizas, mientras él salió al lado izquierdo, contrario a la trayectoria del esférico y del helénico, para después con el pique a favor acomodarse y pegarla al palo izquierdo de Given. Una bestialidad. “Yo siempre les pedía a mis compañeros que me pasaran la pelota lo más fuerte que pudieran, no me importaba cómo llegara, ese era el reto para mí, tratar de controlarla. En ese gol sabía que la única forma de girar era tocando ligeramente el balón y salir al lado contrario de donde la había puesto, no tenía otra opción si es que deseaba quedar de frente”.
Con Holanda jugó dos Mundiales y tres Eurocopas, siempre se quedó a un paso de tocar la Final. Sin embargo, con la ‘Oranje’ hizo el mejor gol de su carrera cuando ante Argentina en Marsella, bajó como bailarín clásico una pelota cruzada de 45 metros que lanzó Frank de Boer. Dennis la tocó con el empeine derecho ante la pegada marca de Ayala, enganchó en un tiempo hacia adentro y liquidó de tres dedos al poste más lejano de Roa. Una imagen de colección que le dio el pase a las Semifinales de la Copa del Mundo al cuadro holandés.
Rey de la recepción dirigida, dueño de la vista panorámica. Inventor, arquitecto de futbol arte. Un anticipado de la jugada. “Yo tres segundos antes de tener la pelota ya sabía qué iba a hacer con ella, dónde podía estar mi compañero y qué iba a realizar el defensa. Muchas veces yo puse la pelota donde me imaginé llegaría mi compañero; obvio algunas veces no pasó así y parecían jugadas tontas desperdiciadas. Pero por alguna extraña razón generalmente salían, era una cuestión de instinto, de sexto sentido”.
Parecía que Dennis jamás se permitió hacer goles feos. Los realizó de volea, a los ángulos, con recortes en el área buscando uno de los palos y la especialidad de la casa, por encima de los arqueros.
Un billarista de fantasía que jamás rozó siquiera con la tiza el fértil paño verde que lo hizo lucir esplendoroso jugando a tres bandas con carambolas incomprensibles para los mortales, o donde cambió de mesa y aplicó centenares de massés y miles de rambersés para colocar la ocho en la tronera de la esquina y terminar los juegos con ovaciones descomunales.
Con los años uno pudo entender el por qué a un genio como Bergkamp no le gustaba volar, y es que él no necesitaba de un avión para hacerlo, ya que sólo le bastaba con limpiar la mente, prender la imaginación y tener un balón para despegar rumbo a lugares donde nadie más ha podido llegar.




