Empecemos por señalar lo básico: es una pelea entre un boxeador de condiciones legendarias ante un destacado peleador de artes marciales mixtas. Y, a partir de ahí, podríamos entender que se trata de lo mejor que suele ‘fabricar’ esta ‘iluminada’ ciudad: circo, maroma y teatro.
Floyd Mayweather Jr. ha ‘escapado’ -nuevamente- del retiro para prestarse a un espectáculo que parece totalmente contrario a la poderosa dimensión que alcanzó su carrera. Estamos hablando de un cinco veces campeón del mundo y del que para muchos es el mejor defensivo de la historia y uno de los 10 mejores de todos los tiempos. Un consagrado, una leyenda, el hombre que más dinero generó alrededor de esta industria y de todo el deporte profesional. ¿Qué más necesita? ¿Qué busca? Ésa es la pregunta.
No se trata de demeritar a McGregor, dos veces campeón del mundo en dos divisiones diferentes de UFC, con grandes aptitudes, velocidad, aguante, pegada, inteligencia, pero no dedicado al boxeo. Y cuando suba al cuadrilátero de la T-Mobile necesitará de todas sus facultades para poder superar a quien es más que un ‘simple’ boxeador. He ahí el dilema.
La combinación -un boxeador y un peleador de MMA- es una respuesta a la carencias de la época en el boxeo. El desastroso resultado de la llamada ‘Pelea del Siglo’ del 2015 -entre Mayweather y Manny Pacquiao-, la ausencia de grandes nombres en los pesos completos, la falta, en general, de figuras, y hasta la pérdida de cierta credibilidad parecen haber conducido a este deporte hasta un escenario que busque afanosamente espectacularidad, un tono circense, y veremos si el desenlace del combate adquiere también una categoría de vulgaridad.
Los episodios de calentamiento a la batalla han sido eso, una impertinencia, una gran cantidad de insultos, groserías y bajeza tras bajeza. Ambos se dedicaron a menospreciarse cuando se supone que tenían que haber dado una exposición de sus condiciones atléticas y mentales.
Hay quien cree que el resultado de la pelea puede transformar para siempre a la industria de los deportes de contacto. Eso, dependerá, en gran medida, de lo que McGregor pueda hacer durante la pelea... o lo que Mayweather le permita.
Otros 47 boxeadores, y para empezar habrá que subrayar el término de ‘boxeadores’, trataron de frenar a Mayweather sin éxito. Algunos se acercaron un poco más, otros, la mayor parte, se extraviaron, cayeron en ‘las garras’ de un estilo que antes de noquearte físicamente, lo hace mentalmente. McGregor ha utilizado la práctica del boxeo durante su exitosa carrera, pero no es un especialista en ello, y para hacerle daño a Floyd hay que tener especialización, un posgrado, una maestría que ni De la Hoya ni Pacquiao ni Márquez ni Alvarez, la máxima clase del boxeo de nuestra era, pudo cumplir.
Las posibilidades de que McGregor venza son casi imposibles. Lo que hay es mucho dinero para los protagonistas, para los promotores, para el casino, para la TV y para el resto de los involucrados.
Esperemos que, al final, el evento no termine haciéndole más daño que un beneficio al boxeo y a los deportes de contacto. Por lo pronto, no hay manera de dejarse engañar, entre las amenazas, los gritos, los insultos, hay una realidad, tajante y punzante: esto no es en serio, esto está más apegado al ‘circo, a la maroma y al teatro’ que propone una ciudad como Las Vegas.




