Sin “querer, queriéndolo”, el América ha vuelto a meterse en un problema complejo: El Mundial de Clubes.
Esta vez tiene prohibido ir a hacer el ridículo. Tiene la obligación de planear perfectamente el plantel, el viaje, los calendarios y no sólo resarcir lo que hizo y hasta lo que dejó de hacer el invierno pasado en Japón, sino también, atreverse a pisar donde jamás lo ha hecho un club mexicano.
Pero el tema es mucho más complicado que el grito de “Campeón, Campeón” que retumbaba a media semana sobre la cancha del Estadio Azteca.
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