Es el olor de uno y las esencias del otro. Eso pudo marcar diferencias anoche y terminar de sentenciar lo que parecía una semifinal cerrada y sin un claro favorito.
Pumas, que no fue brillante durante gran parte del juego, terminó aplastando al América con un resultado que parece no tener capacidad de reaccion.
Un extraño partido, donde el América tuvo las mejores opciones en la primera parte y donde Pumas esperó, conservó y encontró la manera de prácticamente cerrar la eliminatoria.
Los primeros minutos de la esperada semifinal resultaron poco brillantes y luego, con el América perdiendo extrañamente la cabeza: desesperación, entradas fuertes, desorden y al final un equipo desfondado.
Hurgo en la alineación de Pumas y aunque sea poco, algún rasgo, alguna pista de su ‘fórmula sagrada’ permanece ahí, en sus siempre apreciados aromas del Pedregal. Busco afanosamente en la formación del América y veo poco, casi no aparecen rastros de los campos de Coapa, del americanismo puro que hizo famoso Reinoso y que Tena y Ortega llevaron con orgullo.
Pumas intenta ser Pumas, a pesar de todo. El América se pone el disfraz del América y aunque es capaz de competir -anoche no lo hizo- podría faltarle el tipo de sangre necesario para resolver esta clase de duelos. En Pumas hay que admirar que han hecho un trabajo impecable, otra vez, para combinar su cantera -la base siempre del futbol de universidad- con refuerzos extranjeros que han terminado funcionando en el campo de juego. Primero, el presidente del patronato, el ingeniero Borja Navarrete que en un momento revuelto y complicado, encontró los métodos y los nombres adecuados. Antonio Sancho fue uno de los principales ‘culpables’ de la posibilidad de volver a esas condiciones. El otro gran aporte lo ha puesto, sin suda, Guillermo Vázquez.
Pumas volvió a la bases de su historia y ello le garantizó volver también al sitio que merece su club y sus aficionados. Del otro lado, está el América, que en Ricardo Peláez ha tenido al personaje ideal para volver con fuerza en la última época: dos títulos, un subcampeonato y un título de la Concacaf que le valdrá para jugar la próxima semana por el Mundial de Clubes de la FIFA.
¿Qué ha hecho Peláez? A diferencia de ‘la vieja fórmula’ americanista de traer jugadores sudamericanos de poco cartel y hacerlos poderosos en México (como lo hacían Don Guillermo Cañedo y Panchito Hernández), Peláez busca entrenadores y jugadores que ya han tenido un desempeño regular en el futbol mexicano y los trae para jugar en el América. Empezó con Miguel Herrera, continuó con Mohamed, con ambos fue campeón y siguió con Matosas, que le dio un título de Concacaf y ahora lo intenta con Ignacio Ambriz.
En esta nueva faceta del americanismo, destacan futbolistas como Sambueza, Oribe, Benedetto o Carlos Darwin Quintero, todo ellos probados con anterioridad en el futbol mexicano y que han sido capaces de dar el salto de calidad o mantener su nivel en un club de la exigencias y la presión del América.
Pumas ha vuelto, más o menos, al estilo que impusieron ‘maestros’ como Cesarini, Aguilar Álvarez, Borja Navarrete, Bora, Mejía Barón, El Tuca y Hugo y el América, en la esencia de Peláez, ha escogido con tino y ha tenido el dinero para ‘arrebatarle’ figuras a otros equipos y hacer que funcione, insisto, bajo las necesidades de un club como el América.
El futbol suele ser extraño: lo que parecía una eliminatoria cerrada y de pronóstico reservado se convirtió en un triunfo casi por demolición. Y creo que Pumas lo ha logrado porque tiene más condiciones, más armas y más sangre para jugar este clase de partidos.




