Me gustaría llamarle ‘la Revolución de Mayo’, pero no alcanza todavía en profundidad para declarársele como un movimiento que terminará transformando los moldes tradicionales, los usos y costumbres y hasta los viejos vicios en la administración del futbol en México. Digamos que puede, podría ser, el inicio de una esperanza de que los tiempos del cambio están más cerca que nunca.
La realidad es que atestiguamos dos episodios que, aunque aislados, hace no mucho eran o parecían imposibles de verse en el futbol mexicano: primero, el alejamiento de las Chivas Rayadas del Guadalajara, el producto o el contenido de televisión y de mercadotecnia más preciado que tiene el futbol mexicano, del ‘control, operación y explotación’ de la televisión abierta; y enseguida, en una conferencia de prensa oficial de la selección mexicana, en un recinto oficial como el Centro de Alto Rendimiento de la FMF, el capitán Rafael Márquez habla clara y directamente de la explotación y el sometimiento que ha sufrido el futbolista en México. Y no sólo eso, sino que agrega términos como ‘monopolio’, ‘poder absoluto’ y ‘un país harto de injusticias.
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