Decio de María sabe que tiene que andarse con cuidado. No es un club, un patrocinador, un medio, un entrenador, un dirigente o un futbolista. Su siguiente “gran batalla” será ante la Constitución Mexicana. Vencerla, burlarla o engañarla, no será ni sencillo ni prudente.
Un grupo de abogados de la Federación Mexicana de Futbol está trabajando ya en la presentación de un delicado plan ante la Asamblea de Propietarios de Clubes. El plan tiene como meta reglamentar la presencia del futbolista naturalizado en las canchas de futbol. Una serie de requisitos -que van desde el tiempo, la regularidad y el rendimiento- para poder considerar a un futbolista “completamente mexicano” ante las reglas -no leyes- del futbol. La situación no será nada sencilla, porque la Constitución Mexicana no contempla que algunos mexicanos tengan un derecho y otros no. La implementación de la ‘Ley Decio’ podría ser sujeta de demandas, amparos y prolongadas y costosas batallas legales, pero parece, por otro lado, la única salida viable ante el dramático incremento de jugadores no nacidos en México que aparecen cada temporada en las nóminas de los equipos de la Liga MX.
Decio ha entendido el mensaje que algunos expertos de la cancha le han enviado: el futbol mexicano está perdiendo calidad -los futbolistas mexicanos difícilmente tienen oportunidades de jugar en ciertos puestos- y la mayor parte de los clubes han perdido el interés por trabajar en las fuerzas básicas. Y como daño colateral, el futbol mexicano también está perdiendo identidad.
Casi al mismo tiempo en que los equipos presentaban esta semana ‘sus altas y sus bajas’ para el Clausura del 2016, el León presumía en las redes sociales una fotografía de su centro delantero Mauro Boselli (campeón de goleo del último torneo) con el certificado de nacionalidad que le permitirá jugar como mexicano a partir de la primera semana de enero. El tema no es un asunto privativo del futbol mexicano. Ocurrió en Europa hace ya algunas décadas, a raíz del surgimiento del Tratado de la Comunidad Europea, el derrocamiento de fronteras, una moneda única y un pasaporte comunitario. El futbol europeo aprovechó ‘el producto’ de un mundo globalizado para llenar las plantillas de los equipos de jugadores con pasaporte comunitario europeo. Las leyes de la globalización fueron siempre por encima de las reglas del futbol.
En México, está claro, Las reglas del mercado han cambiado, están cambiando y prometen cambiar aún más en los próximos meses.
El futbol mexicano se debate, como siempre, entre varios ‘fuegos’ y ‘peligros’: el mayor de ellos, tendría que ser, nuevamente, la salud económica de los equipos y, no muy lejos de ese renglón, se cuestiona, también, la identidad de los clubes.
Jorge Vergara dijo hace un par de semanas que no ve lejos “un tope salarial” en las nóminas de los equipos. Mientras eso sucede y mientras los abogados de Decio estudian las leyes, la Liga MX ingresa a una de sus etapas favoritas: el ‘futbol de estufa’, el de las altas y las bajas, las compras, los préstamos, los intereses, los promotores, los porcentajes y los manejos. Tigres ha colocado la vara muy alta: Algunos buscan una forma de competir, otros al ‘nuevo Gignac’ y algunos más -el América, por ejemplo- creen que el reciclaje de futbolistas extranjeros (naturalizados) que hayan tenido cierto éxito en otros equipos es suficiente para tener un cuadro competitivo. Chivas rasga para buscar talento mexicano donde sea y al precio que sea y Pumas voltea hacia los campos de su cantera para tratar de encontrar la forma de mantenerse en un estado competitivo.




