“Los grandes momentos reclaman palabras. Nadie sobrevive en silencio a una tragedia y nadie se queda callado ante un gol que importe”. Juan Villoro tenía razón. Siempre la tiene desde su intelectualidad en forma de pelota.
Lo que hizo ayer Javier López reclama agregarle virtudes a la realidad. Sus dos goles de confeti demandan atención desde el mensaje oculto que conlleva la olvidada finta y el añorado amague en el futbol. Chivas ganó. Y lo hizo con fuegos artificiales desde los pies de ‘La Chofis’, el hombre con apodo de adolescente, que ayer fue la confirmación del adulto atrevido.
Si Chivas no sabía de manutenciones de ventajas, esta vez todo sería distinto. En principio, Isaac Brizuela puso la direccional derecha y aceleró por izquierda en un callejón de piernas; con ese engaño atropelló a un Carlos Sánchez absorto y a un Efraín Juárez dislocado de la cadera. Fue una jugada con exceso de velocidad sin multa.
Entonces, un cabezazo oportuno confirmó que a un centro se puede llegar tarde, demasiado pronto o justo a tiempo. Y el ‘Gullit’ Peña acudió exacto con su testa melenuda usada como martillo.
Orbelín Pineda salvaba en la raya un disparo de Funes Mori. Y el futbol avisaba, pero Chivas no escuchaba. El tiempo haría su trabajo.
Con el impulso de la cadera, Hiram Mier dejó ir el cuerpo hacia la posteridad de la red con un toque de tres dedos al ángulo. Aquel tanto de Mier fue anotado por el recuerdo de Romario. Y en esa improbabilidad radicaba el valor de aquel acierto de un defensa central vestido de bailarín del gol.
Pero la pelota tiene memoria. Y Mier volvió a ser Mier. El antes docto futbolista, fue después quebrado y sembrado por un Javier López relampagueante, que electrizó el campo con una fulgurante aparición afuera del área y con un gol muy zurdo desde su recorte y su estructura. Había un rebelde en el campo.
‘La Chofis’ lo haría de nuevo desde su condición de desadaptado de lo previsible. Otra vez sobre Mier reeditó una finta pulverizadora. Fue la consolidación de la elegancia atrevida. De la clase rebelde. Fue otra vez un gol muy zurdo, por derecha, que avisaba que el futbol no es tan serio. López había desabrochado agujetas con sus piruetas, como elemento de prueba irrefutable de que el futbol vive por eso. Y por eso aún vive...
Monterrey fue una sombra tenue multiplicada en la opacidad. Un vago recuerdo de la invulnerabilidad como local. Chivas, por su parte, la recompensa de las formas del juego consolidadas con los fondos del resultado.
“Nadie sobrevive en silencio ante un gol que importe”. Y las palabras fueron escritas, desde la ingobernabilidad del audaz con piernas de bloff y apodo de muñeca de trapo...




