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Opinión

Felipe Morales

Con un estilo fresco y una pluma original, Felipe Morales nos cuenta las mejores historias del futbol desde su perspectiva periodística.

Y rodó el balón...

2020-07-25 | FELIPE MORALES
FELIPE MORALES
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El esqueleto de la pasión se observa en el espejo del estadio vacío; la pelota rueda, pero no bota; la portería recibe los goles huecos; el área es pisada por la ausencia; el silbato sopla los vientos de la desolación; el cielo se encapota y cierra sus nubes hacia la cancha con líneas de cal que trazan los límites que no existen. Volvió el futbol, frío como el vapor que se dibuja en un vidrio. 

Pero también regresó el niño que, desde casa, se pone la bufanda de su equipo; regresó la videollamada con los amigos que ven el partido desde la fidelidad separada por pantallas; retornó el balompié mexicano y con ello regresó un motivo.

Se hizo con las medidas de seguridad que nos ha dictado la normalidad adulterada; como si éstas fueran la cinta métrica que le ha tomado la medida a un virus, que no caduca como lo hace un yogurt y que no perdona, como no lo hace la ambición del avaro que acaricia sus billetes con gel antibacterial.

En esa realidad distorsionada por el querer volver, no se sabe aún cómo se ha vuelto. El balón, que rueda para todos, siempre ha sido pretexto de sonrisa, porque nadie es ajeno a algo redondo, que en sus gajos contiene la lumbre encendida de la pasión perdida. 

Y quiere recuperarse todo, a pesar de todos. Se juega, porque se juega, aunque no haya con qué futbolistas jugarse. Vaya juego. 

En México, pretendemos ser Alemania. Y eso tiene sus riesgos. No se ha aplanado la curva de contagios por Covid-19, pero la maquinaria voraz se ha engranado con la suplicada reactivación de la industria. Nuestra Liga cabe en el puño apretado del negocio.

Entonces, el futbol se puso perfume para jugar en la soledad de su cuarto. El aficionado se atavió con la camiseta de su equipo en la soledad de su habitación. La pelota se volteó a ver con el pasto y le preguntó si tiene permitido despreocuparse. Ella, libre al viento, solo pretende rodar y rodar…

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