Argumentos sólidos existen para separar a Ignacio Ambriz de la dirección técnica del América. El partido Semifinal contra Pumas del Apertura 2015, en el que no alineó de titular a dos de sus mejores hombres a la ofensiva, Andrés Andrade y Darío Benedetto, combinado a la falta de ideas para encarar la crisis que se vivió al tener dos expulsiones, la de Paul Aguilar y Miguel Samudio. Si fueron goleados no fue por la ambición de Pumas, fue más por no saber cerrar a tiempo un partido que pudo ser distinto si la lectura del mismo se hiciera correctamente.
Otra demostración evidente del descontrol americanista fue en Japón durante el Mundial de Clubes. Ganaban cómodamente al Guangzhou Evergrande, pero por volver a no cerrar a tiempo el partido y seguir intentando fantasías ofensivas, no hicieron más que el ridículo, un verdadero ‘papelón’.
El Estadio Azteca, que debe ser el lugar inaccesible para que los rivales saquen puntos, es desde la llegada de Ambriz una feria: 12 partidos disputados y seis derrotas, números que no deben permitirse en un equipo que tuvo la desfachatez de autonombrarse el “campeonísimo” hace unos días. Ambriz no puede en el Azteca, no pudo en la Liguilla y no pudo en el Mundial de Clubes. ¿Algo más?
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