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Opinión

Luis García

El Doctor une el amplio conocimiento deportivo con un estilo propio. Sus geniales comentarios que lo han hecho referente de la TV tienen también su lugar en nuestro diario.

Colorín colorado

2019-02-13 | Luis García
LUIS GARCíA
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Se terminó una fantástica odisea familiar, deportiva y cultural. Regresar a España me resulta especial, soy un enamorado de sus costumbres, gente, historia, comida, maneras y todo lo que los distingue.

En mi pasada columna escribí mis sensaciones en San Sebastián, mi vuelta a la Real Sociedad, lo que significó pisar otra vez Anoeta.

Después de la visita al lluvioso país vasco, y gracias a las buenas maniobras de Rodrigo Macías tomamos el AVE rumbo a Sevilla. En un par de horas nos pusimos en tan mágica ciudad.

Nuestra intención de ir a Sevilla descansaba en que Mariano 'Bicho' Pérez pudiera conocer a su ídolo Diego Lainez. Llegamos a la estación y agarramos camino al Benito Villamarín, mi hijo se compró la playera oficial con el número 22. Ahí nos encontramos con Israel Moreno, que es socio de la empresa que representa a Diego; el famoso 'Isra' fue campeón con los Pumas en el doblete con Hugo Sánchez como entrenador en 2004. Nos sentamos a comer en una cafetería y a los pocos minutos llegó Diego acompañado de su padre, saludó primero a Mariano que no podía reaccionar, no se lo creía, es muy penoso como yo y estaba sufriendo en serio, tanto que en algún momento de la platica por el nervio se fue al baño, y su mamá, la 'Roska' Pérez, tuvo que ir por él.

Sostuvimos una coloquial charla, reímos, Diego nos contó cómo caminaba su adaptación, de lo feliz que estaba, de lo bien que lo trataban sus compañeros, de lo sorprendido que estaba con su entrenador Quique Setién, a quien definió como genio. Su padre, un hombre prudente, simpático y sumamente educado, confirmó todo lo dicho por su hijo, los percibí plenos, y me dio mucho gusto. Antes de despedirnos, un grupo de niñas y niños descubrieron a la nueva sensación bética y lo abordaron para tomarse fotos. Nos fuimos de ahí felices, y Mariano intentando entender lo que había sucedido. Conocimos el centro de Sevilla, majestuoso y alegre. Cerramos el día en un tablao viendo a cantaores y bailaores, extasiados por su arte y duende.

De ahí volamos a Barcelona. Se nos cruzó la Semifinal de la Copa del Rey, imperdible. Mi esposa nos llevó a comer a La Nacional, un mercado con múltiples restaurantes y bares, fascinante lugar, nos decantamos por un sitio de pescados y mariscos. Tomamos rumbo al Camp Nou. La emoción nos aturdía, veríamos al Barcelona y al Madrid, y veríamos a Messi.

Llegamos e inmediatamente el elegante ambiente nos embelesó, es como si hubiéramos entrado a una distinguida, mayúscula y solemne obra de teatro. Y de pronto saltó de la banca El Mesías, hizo que la grada entrara en una especie de trance, fue místico, como si todo se desarrollara en cámara lenta, todos brindándole pleitesía al argentino, una extraña combinación de impacto y sensorial. Nunca había tenido la oportunidad de observarlo en su hábitat. No exagero ni miento, sentí algo de divinidad y espiritualidad en el entorno.

Regresamos a la cosmopolita Madrid; teníamos por parte del Atlético de Madrid la invitación de ir a recorrer el Wanda Metroplitano, lo cual fue otra experiencia colosal. Antes de eso fuimos a despedirnos del vetusto Vicente Calderón. Me dio suma alegría verlo por última vez.

Conocimos los vestuarios del Wanda; ahí Mariano se sentó en donde se cambia Antoine Griezmann, la sala de prensa, las entrañas, la grada, el palco presidencial y, por supuesto, el campo, al cual entré de la mano de mi hijo, todo imperial, todo majestuoso, todo de otra galaxia. Nunca he sido alto y menos importante, pero el inmueble me aplastó, me hizo sentir minúsculo.

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Salimos anonadados rumbo al emblemático Txistú, restaurante vasco en el que existen miles de fotos de celebridades, en su mayoría futbolistas y deportistas, alguna vez en una viga existió una foto mía con Hugo Sánchez, pero digitalizaron las fotos y me mandaron a volar con total razón.

Al otro día, al Derbi, pasamos al hotel de concentración de los Colchoneros, sólo atinamos ver bajar del elevador a los jugadores con destino al camión, ninguno volteó por más que mi japonesa Rocío pegó un par de escalofriantes gritos.

Nos colocaron en un excelso palco detrás de la portería norte, no me acordaba de lo colorida y caliente que era la afición de mi amado 'Aleti', una cosa de locos; en la previa nos hicieron tocar el cielo con los cánticos, las banderas y el furor por el club.

La pelota rodó y nos fuimos opacando, los del Madrid fueron mejores, más allá de una tercia de polémicas, jugaron mejor y merecieron el triunfo.

En el medio tiempo, como parte del protocolo por mi invitación, se pasaron al palco dos excompañeros míos, Abel Resino y Roberto Solozábal, los abracé con mucha euforia, más de lo normal, ellos hicieron lo propio. Abel es entrenador, su última chamba fue con el Granada no hace mucho, y Roberto es presidente del sindicato de jugadores y exjugadores del Atlético de Madrid, ambos siempre fueron naturales líderes, reímos, charlamos, me regalaron una playera con el número '9' y quedamos en estar en contacto por encima de la distancia.

El domingo, mientras Rodrigo y Mariano se fueron a ver el Leganés contra el Betis, mi doña y yo salimos a caminar, nos topamos con una multitudinaria marcha en protesta contra el gobierno español. Todo estaba cerrado, por lo que anduvimos una hora para llegar al casco viejo y comer en Casa Lucio, tuvimos la fortuna de ver a Don Lucio y comer su famoso revuelto, finalicé el ágape con un orujo blanco.

El lunes saciados por tanta emoción regresamos a casa, es más, voy en el avión escribiendo. Me tocó en medio, de mi lado derecho viene mi enano jetón, y del lado izquierdo una joven española bastante inquieta, me ha dado no menos de veinte codazos y eso que faltan mas de ocho horas de vuelo.

La afortunada de la 'Roska' Pérez está utilizando mis millas y la infame viaja en primera clase.

No puedo más que estar sumamente agradecido con La Liga Santander por haberme traído a vivir esta odisea. A la pelota que me sigue regalando alegrías que no merezco pero que disfruto como enano. A Joaquín, Adrián, Alex y 'Tucán', gran equipo. A Rodrigo Macías quien gestionó varias gloriosas experiencias durante la estadía. A mi amada Rocío, es una gozada viajar contigo, posees una habilidad para disfrutar que me gustaría robarte, eres una extraordinaria esposa y mamá, gracias por estar a mi lado y burlarte de mi cantando la estrofa de que difícil se me hace…Y a ti enano mío, mi Mariano, mi 'Bicho' Pérez que viviste a tope todo, eres un niño bueno, de luz, que has madurado.

Nos vemos en Guadalajara para el Chivas versus Atlas. A trabajar, carajo.

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