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Opinión

Luis García

El Doctor une el amplio conocimiento deportivo con un estilo propio. Sus geniales comentarios que lo han hecho referente de la TV tienen también su lugar en nuestro diario.

Mazatlán, habitual

2021-04-20 | LUIS GARCÍA
LUIS GARCÍA
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Después de casi un año tuvimos el placer de regresar a un estadio de futbol a narrar y comentar un partido. Fue una extraña sensación, una mezcla de alegría y nervio que me agradó mucho sentir.

En las grandes tragedias, en los grandes cataclismos, naturales o de otra índole, el deporte, cualquier tipo de deporte, funciona como bálsamo, es el refugio al cual acudimos, es la trinchera en la que nos refugiamos para intentar convencernos de que las cosas se van normalizando, que las cosas van tomando su lugar.

Usar la palabra normal no sé qué tanto sea correcto, ya que cómo vivíamos, lo que sabíamos, lo que creíamos se desvaneció de manera brutal, dolorosa, estamos obligados a reaprender un sinfín de cosas, decodificar experiencias si es que pretendemos sobrevivir en el ámbito personal, de salud, laboral y demás. Aun así, convencido de que si no provocamos una total reinvención de nosotros mismos, el deporte, el futbol y la pelota sí funcionan como cura.

Es por ello que regresar a un palco de transmisión fue fantástico, fue esperanzador, máxime una plaza tan salerosa como lo es Mazatlán, la cual, de manera increíble, no conocía.

Viajamos Jorge Campos, Martinoli, Zague, David Medrano, este último en carretera, y yo. Desde que iba en camino al aeropuerto me reconocí feliz, sonriendo, como niño, cabe mencionar que a lo emocionado que iba al viaje, se le sumó que llevé mis bastones de golf para jugar con Jorge Campos, ahora sólo quiero jugar golf, me ha funcionado como una ruta de escape para la incertidumbre, la dosis excesiva familiar, y los resquemores que genera la pandemia.

Llegamos al hotel e inmediatamente nos dirigimos al campo, sitio en donde ya nos esperaban Mauricio Lanz, presidente del Mazatlán, y Rafa Sordo, quien se encarga de la operación del Kraken, y con quien tengo una buena amistad, ya que fuimos muy cercanos años atrás en Ciudad Satélite. Jugamos, nos reímos, y les ganamos, cosa que fue anecdótica, dos excelsos hombres que nos hicieron sentirnos bienvenidos, y como en casa.

Por la tarde tomamos la camioneta y nos enfilamos al estadio como lo hacíamos en antaño, desde lejos pudimos divisar el monumental inmueble, es hermoso y poderoso a la vez. Subimos las escaleras hacia el palco, nerviosos y felices, regresamos al ayer, regresábamos a un seguro punto de partida, a un estadio, en lo particular lo disfruté enormemente.

Hablando del juego entre el Mazatlán y el Atlas, que inmiscuía el espinoso tema de las multas por los puestos de abajo, el Atlas fue sensiblemente mejor, propuso el partido, quiso la pelota, fue protagonista, e injustamente no salió victorioso.

Tú, Ángel Jeremy Márquez, fuiste una de las figuras del campo, eres un chamaco con un desparpajo digno de envidia, eres un futbolista cadencioso, solvente técnicamente, y eres valiente, ya que pides la pelota siempre. Me fascinó tu manera de jugar ese viernes por la noche, eres el perfecto eslabón entre la retaguardia y la vanguardia de tu equipo, eres el balance y equilibrio entre la defensa y el ataque, los tuyos lo saben, te buscan permanentemente para darte el balón, sabedores que en tus pies está bien cuidado.

Fue un gran fin de semana, de lindas evocaciones, de futbol, de fabulosa comida, de golf, y de un paulatino regreso al origen, de esos días que apapachan el alma.

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