México, adolorido

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Opiniones, análisis y puntos de vista de los principales columnistas deportivos de RÉCORD. Entérate de lo que piensan los expertos del futbol mexicano y más.

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Supongo que todos seguimos inmersos en una nebulosa resaca después de lo sucedido en Querétaro, en donde la pelota, un elemento naturalmente generador de alegría y esperanza, se ponchó y se manchó de espeluznante forma. Y también supongo que todos estamos intentando entender por qué, y cómo se llegó a esta situación.

Comprendo que existen responsables directos de este inhumano acto, y que deberán responder por sus actos, por hecho o por omisión, esperando no se manden al cadalso a chivos expiatorios solo por brindar cierta tranquilidad, que a estas alturas resulta complejo que se genere, tanto en el deporte como en nuestra nación.

Pero no desprovisto de miedo e inquietud, reflexionaba sobre los que no fuimos culpables directos de lo sucedido en el Estadio Corregidora ¿Qué estamos haciendo? ¿Cuál es nuestra participación? ¿Cómo influimos?

Y llegué a la triste conclusión que también somos responsables, da la impresión que estamos en guerra, contra todo, y contra quien sea.

Estamos polarizados, estamos enojados, y tal vez no sabemos ni por qué, desde la deleznable selva que resulta la información digital, en donde detrás de un aparato electrónico nos creemos con la autoridad de insultar, descalificar, y demás linduras a gente que no conocemos, que creemos podemos juzgar por el burdo y torpe concepto que lo tenemos al alcance.

Me pasó el sábado, estando en la boda de mi cuñada, la hermana de mi esposa Rocío, un tipo me mandó un mensaje directo por Instagram insultándome y cuestionando por qué estaba de fiesta cuando había sucedido una tragedia en un campo de futbol, con esa simpleza la estupidez humana se desparrama sin control.

Pero también en la vida real estamos molestos, no nos gusta nada, le ponemos atención solo a lo malo que hacen los demás, llámese policía, jefe en el trabajo, compañeros, familia, y cualquier persona que nos rodee.

Estamos en guardia, estamos en alerta, solo nos escuchamos a nosotros mismos, solo importa lo que creo, pienso y siento yo, el de enfrente que se joda, no sabe nada, lo medular son mis sentimientos e ideología, no debatimos, solo gritamos y escupimos.

Ayer en la comida, mi hijo Luis de seis años, en relación a la invasión rusa, me preguntó: ¿Por qué la gente provocaba la guerra?, se me atragantó el pedazo de pollo y sólo atiné a decirle que en la guerra nadie gana, nadie.

Pero regresando a la boda de Ana Ximena, mi cuñada, aún queda esperanza, poca pero queda, de que existe salida, de que existe un paraje mejor, de que podemos encontrar la luz.

Y lo digo porque el sábado fui testigo de la unión de dos personas extraordinarias, la mencionada XiXi y Miguel Moisés, mujer y hombre increíbles, dos almas buenas, dos seres de luz, agarrados de la mano confiando en su amor, creyendo absolutamente que su felicidad será brutal y total, que así sea para toda la eternidad.

Hagámonos responsables, veamos qué estamos haciendo en casa, con nuestros hijos, empecemos por ahí desde un inicio, dejemos de señalar con el dedo hacia afuera, seamos todos mejores versiones de nosotros mismos en los temas más mundanos.

No somos perfectos, nadie lo es, reconozcamos nuestros yerros, empecemos de cero las veces que sea necesario, no hemos perdido la batalla, aunque parezca un sueño, podemos ganarla, no nos guardemos nada en la obligada búsqueda de darle la vuelta a los que hoy penosamente vivimos dentro y fuera de una cancha de futbol.

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