Hay goles que trascienden. Goles que son imágenes que se quedan en la memoria. Lizbeth “La Maga” Ovalle, al fin, escuchó el canto del gol en la NWSL con el Orlando Pride. En el minuto 8 conectó con clase un disparo raso con su pierna zurda que cruzó al segundo poste, y aquel momento se prendió como fuego: su primer gol con el club, un símbolo de llegada y de promesa cumplida.
Ese gol fue en un partido distinto, ante San Diego Wave. En ese duelo, la “Maga” demostró que cuando se le da espacio, ella sabe cómo encender la chispa.
Pero la historia continuó. Ayer, el destino la arrojó de nuevo al terreno que conoce, frente al Club América Femenil. En la Concacaf W Champions Cup, las Águilas ganaron 2-0, con goles de Kiana Palacios y Jana Gutiérrez. Orlando quedó eliminado y América avanzó a las semifinales.
Para Lizbeth fue un regreso cargado de sentimientos: volver a México como rival, con la casaca del Pride, y encontrarse con un ambiente que conoce bien. Fue su primera aparición oficial en nuestro país desde que se concretó su histórica transferencia.
El marcador no reflejó su gol ni su presencia ofensiva, pero hay partidos que van más allá del resultado. El dominio posicional favoreció al América y Orlando tuvo que resistir con orden. Sin embargo, lo que queda es la imagen de una jugadora mexicana que ha cruzado fronteras para jugar con audacia, con garra y con ambición. Que ya estrenó gol en una liga exigente y que, ahora, volvió a encontrarse con parte de su historia en México.
La “Maga” ya dejó claro que llegó para algo más que adaptarse: para brillar. Que una derrota no apague el brillo de ese primer grito que la define y la proyecta. Que regresar y caminar en esa cancha como adversaria también simboliza lo lejos que ha llegado.
Porque en ese gol, en esa vuelta al América, nos regala una lección poderosa: no importa el marcador; importa la huella. Y Lizbeth Ovalle ya está dejando huella fuera y dentro de México.
¡Abramos cancha!




