En el futbol como en la vida, el talento no basta, se necesita carácter, personalidad, templanza y liderazgo. Hoy Pumas vive una situación interesante con la llegada de un portero legendario como Keylor Navas, la salida –momentánea– de un joven que aún tiene mucho que aprender como Rodrigo Parra y la dirección de un técnico que aún está escribiendo la introducción de su historia como cabeza de un equipo: Efraín Juárez.
Efraín es un entrenador joven, tanto que su nuevo dirigido, Navas es un año mayor que él. Ha pasado por jugador, asistente técnico y ahora estratega. Sin embargo, con apenas un año como director técnico, su estilo de liderazgo aún está en construcción y el momento actual de Pumas le exige saber reconocer lo que el grupo y cada uno de sus integrantes necesita y adaptarse a ello.
Por otro lado, está Keylor, cuyos logros y experiencia son el resultado de años de trabajo, de caídas, de saber levantarse y seguir adelante a pesar de las críticas, siempre con la idea inquebrantable de saber que iba a lograr lo que se proponía. Su humanidad y bondad no han cambiado ni con tres Champions Leagues en su haber; la fama nunca lo ha mareado.
Tenerlo en el equipo es un lujo que debe de ser aprovechado para enseñar a otros, para poner el ejemplo y también para aprenderle; sin embargo, para Juárez esto también representa un reto. No se puede liderar a alguien que fue dirigido por Zidane o Ancelotti desde la imposición. Se necesita un liderazgo horizontal, que escuche y que inspire desde la colaboración.
No nos olvidemos de Rodrigo Parra, de la forma más dura aprendió que el talento no alcanza cuando falta experiencia y profesionalismo; lo que vivió con Pumas fue un gran golpe al ego, a la expectativa propia y ajena y a su propia autoestima. Pero también es una oportunidad: puede hundirse, o puede aprender. Necesita fortalecer su mente, convivir con la crítica y entrenar su voz interna para que lo impulse y no lo sabotee.
Si bien Parra regresará a la juvenil Efraín siempre estará en el centro de historias tan opuestas como la de Keylor y Parra, como líder, necesita entender el momento emocional de cada jugador, estar entre lo táctico y lo humano, conducir a un Parra sin sobreprotección y a un Keylor sin autoritarismo, e integrar ambas historias al resto del sistema para lograr un equipo que se fortalezca de las diferencias de cada individuo.
Liderar no es controlar, es inspirar. No es exigir, es desarrollar. Y eso, cuando se logra, transforma.
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