No es ningún secreto que, en sus primeros pasos como profesional, Santiago Giménez cargaba con un peso extra: el legado de su padre. Desde niño, su vida estuvo marcada por mudanzas constantes, una experiencia que terminó forjándole una de las habilidades más valiosas en el deporte y en la vida: la capacidad de adaptarse.
Su carrera ha sido un juego de contrastes. En Europa, su ascenso es incuestionable. Tras brillar en el Feyenoord, llegó el llamado del Milan y respondió desde el primer día. En su debut en la Coppa Italia dio una asistencia en la victoria 3-1 sobre la Roma; pocos días después, marcó su primer gol en la Serie A ante el Empoli (2-0) y, apenas una semana más tarde, selló con otro tanto el triunfo contra el Hellas Verona. Constancia, presencia, efectividad.
La historia con la Selección Mexicana, en cambio, ha seguido otro guion. No fue convocado al Mundial de Qatar 2022, a pesar de que Gerardo 'Tata' Martino lo había debutado en 2021. Desde entonces, suma 42 partidos y cinco goles con el Tri. Su última anotación oficial antes de este verano fue el 16 de julio de 2023, cuando dio a México la Copa Oro frente a Panamá. Después llegó una sequía que se prolongó casi dos años: 27 partidos y más de 2,000 minutos sin marcar, hasta que el 7 de junio de 2025 rompió la racha con un gol en un amistoso ante Suiza.
El éxito en un entorno no garantiza el mismo resultado en otro. Brillar en Europa no basta para ganarse un lugar eterno en el imaginario nacional: hay que sostener el ritmo, responder en cada escenario y aprender a gestionar la presión que llega de fuera... y la que uno mismo se impone.
Giménez ha demostrado resiliencia y adaptabilidad, pero todavía enfrenta el reto emocional que significa vestir la camiseta de la selección. Quizá el peso del apellido todavía resuene en su cabeza, o tal vez sea su propia voz interna, la que le recuerda, con insistencia, que quiere llegar a lo más alto y, en ocasiones, también lo sabotea. “Voy a intentar ser campeón del mundo con la selección mexicana”.
Cualquier meta y necesita fuentes de motivación constante: confianza y resultados. El gol contra Suiza podría ser apenas la primera chispa. Ahora toca transformar esa energía en una racha sostenida, llevar la mentalidad ganadora que muestra en el club a la cancha del Tri y demostrar que puede responder en los momentos que más pesan.
El próximo llamado no será solo una convocatoria: será un examen de madurez y autoliderazgo. Si logra mantener en la selección la misma constancia interna que ya exhibe en Europa, Santiago Giménez no solo estará listo para brillar... estará listo para dejar huella.




