Jesús Zavala no se lo esperaba. La segunda temporada de AhoraDespués, un monólogo íntimo y poderoso sobre la muerte, la pérdida y lo que nunca decimos, sigue tocando corazones de todas las personas que han llenado La Teattería en la Ciudad de México. Lo que empezó como un reto que lo llenó de vértigo y dudas, terminó por convertirse en una catarsis personal… y colectiva.
“Nunca había hecho un monólogo, nunca había estado tanto tiempo solo en un escenario… fue en automático, como en autodefensa, decir, creo que no. Pero qué bueno que me animé”, confesó el actor en exclusiva para CONTRA.
La obra, escrita por el argentino Guido Zapacosta y adaptada a México por el propio Zavala junto con el director Alonso Íñiguez, no es un drama más sobre la muerte. Es una reflexión viva sobre el amor que no se dijo, los abrazos que se postergaron y el duelo como parte inevitable del viaje. Jesús encontró en esta historia un espejo de su propia pérdida: la muerte de su padre en 2021.
“Sané muchas cosas con esta obra, hice las paces con muchas cosas… este texto llegó en el momento exacto”, expuso.

El miedo como motor (y como materia prima)
Lo más potente del relato no es solo el dolor que expone, sino el miedo que atraviesa. Miedo al silencio, al vacío, al “después” que nunca llega. Por eso Zavala se preparó no solo como actor, sino como ser humano.
“Fui a terapia con una tanatóloga increíble… entendí un lenguaje sobre las pérdidas muy importante. Me ayudó a acomodar este sentimiento en un lugar muy sano”, nos contó.
Para el histrión, AhoraDespués no solo es un proyecto escénico. Es una especie de acto colectivo de sanación. Cada noche, dice, el público llora, ríe, se abraza y se permite sentir cosas que muchas veces se reprimen.
“Un amigo me escribió: salí queriendo abrazar a mi mamá. Otro dijo: voy a irme el fin de semana a Juárez, quiero estar con ella. Eso… eso no tiene precio”, recordó.

“Guardamos los abrazos para después”
La obra se desarrolla en Guadalajara, ciudad natal de Zavala. El lenguaje y los guiños están impregnados de identidad local, del vecino que se vuelve tío de cariño, del tendero que ya es parte de la familia. Esa conexión emocional ha sido clave para que la obra toque fibras tan profundas.
A través del texto, el actor invita a reflexionar sobre cómo posponemos lo importante. “No decimos muchos te quiero, no damos muchos abrazos… porque ya habrá el momento indicado para hacerlo. Y no hay momento indicado, el ahora, después, no existe”. Esa frase —el ahora, después— resuena como un eco poderoso a lo largo de la función.

En tiempos donde la muerte nos toca más cerca que nunca, Zavala propone dejar de verla como un tabú y empezar a hablar de ella con amor y verdad. Porque lo verdaderamente importante, dice, no es lo que perdemos… sino lo que tenemos mientras estamos vivos.
“Es una celebración a la vida de ellos que ya no están, de lo que nos dieron, de lo que nos enseñaron, de quiénes somos gracias a esas personas”, finalizó.





