En la zona arqueológica de Chichén Itzá, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, un grupo poco convencional se ha ganado el respeto de trabajadores y visitantes: se trata de aproximadamente 20 perros rescatados que, bajo el resguardo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), participan activamente en el cuidado del sitio como parte del programa “Operación Rescate de Perritos de Chichén Itzá”.

Durante las noches, estos animales patrullan los alrededores de la pirámide de Kukulkán junto al custodio José Keb Cetina, quien ha convivido con ellos desde hace años y los considera parte esencial de las labores de vigilancia. Según relata, cada uno tiene un carácter definido y una función en la manada.
La líder del grupo es Cachimba, una perrita de 12 años que destaca por su comportamiento firme y su habilidad para detectar ruidos inusuales. Para Keb Cetina, su presencia es tan significativa que afirma:
“Cachimba es la reencarnación de una sacerdotisa guerrera maya.”
Los perros recorren templos, explanadas y estructuras arqueológicas como parte de su rutina. Aunque no están entrenados como animales de seguridad, su instinto y territorialidad han sido clave para prevenir intrusiones y alertar a los custodios de movimientos extraños.

La iniciativa surgió luego de que, tras la pandemia, varios perros comenzaron a aparecer en el sitio en condiciones de abandono. En lugar de retirarlos, el personal del INAH decidió ofrecerles atención veterinaria, alimento y un espacio seguro, integrándolos a la vida diaria del recinto.
Hoy, los “canes sagrados” no solo resguardan el patrimonio, sino que también han captado la atención de turistas, quienes suelen fotografiarlos o preguntar por su historia. Algunos visitantes incluso los consideran parte del recorrido cultural.





