El ska no ha muerto, y si alguien lo duda que le pregunte a los 65 mil asistentes que vivieron el fiestón de tres décadas de Panteón Rococó en el Estadio GNP Seguros, donde la música, el baile, la protesta y la hermandad se fundieron en un solo grito: ¡Resistencia!
Con un set de más de dos horas, la banda capitalina prendió la mecha con clásicos como Punk-O, Asesino y Estrella Roja, que sirvieron de calentamiento para lo que sería una noche explosiva de ska, slam, invitados especiales y discursos que estremecieron el corazón.

Aunque el audio arrancó flojo, todo mejoró con Toloache pa’ mi Negra, y desde ahí no hubo vuelta atrás: el slam invadió cada rincón del estadio, donde el brinco, la cerveza y el sudor eran parte del uniforme.
Oleada de invitados que armó la fiesta
En una noche tan importante, Panteón no quiso festejar solos. Sobre el escenario se dieron cita voces hermanas:

- Amilcar Nadal y Lengualerta con Triste Realidad
- Pascual Reyes de San Pascualito Rey con Vendedora de Caricias
- Carolina Ross que estremeció con La Palomita
- María Daniela que convirtió el estadio en una pista de high energy con Pequeño Tratado de un Adiós
- Pee Wee puso el toque cumbiero con Mil Horas
- Alemán prendió el fuego con Nada Pasó
- Sabino y LNG SHT hicieron rugir el escenario con Parison
- Y María Barracuda le puso el broche y el cierre con Arréglame el Alma.

Palestina y México: la voz que no se calla
Fieles a su historia de lucha y denuncia, los Rococó también alzaron la voz. Con Caminemos Juntos, Dr. Shenka y Lengualerta sacaron la bandera de Palestina para exigir justicia:
“78 años de genocidio, años, décadas de apartheid, de ocupación ilegal, de crímenes de guerra y de lesa humanidad. Exigimos alto al genocidio... Al gobierno mexicano le exigimos el pago militar, cumplimiento del tratado comercial y sanciones desde la ONU”.

Y antes de tocar 1993, no dejaron pasar el dolor de casa: “Tuve que parar por motivos de salud, pero ahora estoy aquí reconectando con la banda y con ustedes... hagamos una luz por todos aquellos que nos faltan en este país, no podemos ser indolentes al respeto”, lanzó Shenka, micrófono en mano y corazón expuesto.
El slam, el alma y los 30 años de resistencia
El público aprovechó los momentos tranquilos para recuperar el aliento o ir al baño. Pero bastaba una guitarra, una trompeta o un grito de guerra para volver al slam fraternal, donde todos se empujaban, sí, pero también se cuidaban. Porque así es el ska: rebelde, pero solidario.

Panteón Rococó cumplió 30 años con un concierto que no solo celebró la música, sino también la dignidad, la protesta y el amor por el barrio. Y sí, todo salió perfecto porque uno nunca sabe cuando será 'el último ska'.






