Cada vez es más común encontrar vehículos estacionados con los espejos retrovisores cubiertos con bolsas de plástico o fundas protectoras. Aunque a simple vista parezca algo inusual, esta práctica tiene una finalidad práctica y se ha extendido en diversas ciudades del país.

El objetivo principal es proteger los espejos de daños o suciedad. En temporadas específicas, algunas aves pueden atacar el cristal al confundir su reflejo con otro ejemplar, provocando rayones. También se busca evitar que el excremento de aves, que contiene sustancias ácidas, deteriore la pintura del vehículo.
Además, cubrir los retrovisores ayuda a prevenir la acumulación de polvo, la savia de los árboles y otros elementos corrosivos. En climas fríos, esta técnica incluso puede evitar que el mecanismo de plegado se congele, facilitando su uso posterior y prolongando su vida útil.

No obstante, esta medida debe aplicarse únicamente cuando el vehículo está estacionado. Circular con los retrovisores cubiertos reduce la visibilidad lateral, lo que representa un riesgo para la seguridad vial. También puede derivar en una infracción, ya que el Reglamento de Tránsito de la Ciudad de México prohíbe obstruir la visibilidad o la lectura de placas, con multas que van de 1 000 a 2 000 pesos.
Por ello, las autoridades recomiendan retirar cualquier cobertura antes de conducir. Mantener los espejos libres de obstáculos es fundamental para garantizar una conducción segura, prevenir accidentes y evitar sanciones económicas.
