REDACCIÓN RÉCORD
Su clase e ímpetu eran incomparables dentro de la cancha. Desde su parcela derecha comandaba a un equipo de época que dominó la década de los setenta. Trasladaba el balón siempre con certeza y corría con prestancia para llegar a cualquier zona del campo.
Ignacio Flores Ocaranza cautivó a los aficionados del Cruz Azul por su lucidez y éxito único que ahora lucen entrañables.
Llevado por la fuerza del destino a La Máquina, Flores empezó a escribir su historia profesional con el cuadro celeste en 1973, después de tres años de una lucha incesante por ganarse un lugar en el equipo y superar pruebas ante poco más de tres mil aspirantes, para arribar al club a los 17 años.
Fue de la mano de Raúl Cárdenas que Nacho arribó a la Primera División, luego de haberse ganado un lugar, gracias a su talento. Su despliegue por la banda derecha siempre le dio seguridad y certeza a un equipo que apenas se preparaba para ver lo mejor de su nuevo jugador.
La vida le tenía preparada una historia escrita con letras de oro con el conjunto cementero. Junto a futbolistas de la talla de Miguel Marín, Horacio López Salgado o Héctor Pulido, Nacho Flores llegó a la cima del futbol mexicano en cuatro ocasiones al conseguir esa cantidad de títulos de Liga. El éxito fue uno de sus mejores amigos.
Quizá, por azares del destino, no lo vivió de la misma manera en la Selección Mexicana, en la que pudo disputar el Mundial de Argentina en 1978, pero la actuación de aquel representativo fue muy distante a lo que pasó con el Cruz Azul, y que para su mala fortuna no pudo revertir.
Con el dorsal ‘2’, Flores enamoró a la afición celeste por su clase y seguridad en la zaga. Sus recorridos eran perfectos y siempre aportó algo nuevo en sus 18 años de carrera profesional, siempre con el color azul plasmado en el pecho y con La Máquina como su gran amor.
A los 31 años se retiró para incorporarse como instructor a fuerzas básicas del cuadro cementero. Se desempeñaba como formador de las nuevas promesas y lo hacía con su palmarés único por detrás que siempre lo respaldaba, además, claro, por esa calidad de persona que trataba de influir positivamente entre los jóvenes cruzazulinos.




