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Opinión

Luis García

El Doctor une el amplio conocimiento deportivo con un estilo propio. Sus geniales comentarios que lo han hecho referente de la TV tienen también su lugar en nuestro diario.

Alexis Vega: emerger

2019-09-17 | Luis García
LUIS GARCíA
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Te estás empeñando en ser el héroe de las Chivas, y vaya paradoja, lo estás fraguando desde la penumbra, ya que has contado con escasos minutos en la competición de mayor importancia y aun así te empeñas en izar la bandera de una factible resurrección rojiblanca.

Meter gol es una gozada, cualquier tipo de anotación debe ser festejada sin pudor alguno, eso lo creo y siempre lo he creído. Guardarse algo o llevar a lo racional la alegría que conlleva cuando uno anota me parece artificial y equívoco. No es verdad absoluta, sencillamente es mi opinión.

Ahora, cuando se le anota al acérrimo rival, todo se maximiza, se vuelve exponencial, y tú lo hiciste enarbolando un gol de otra dimensión, y fue el único del partido, es decir, no fue decorativo. Al Atlas lo tienes medido, en el duelo previo a este Clásico Tapatío le metiste tres pirulos, y ahora los remataste con un gol de antología; toda tu jugada merece ser diseccionada, apreciada en toda su hermosura y bravura.

Te encontrabas escorado al costado izquierdo, estás siendo utilizado como un futbolista complemento del nueve, jugando por fuera, ya sea por izquierda o por derecha.

Te pusiste de frente a un par de oponentes, en el primer tiempo ya habías realizado una obra de arte con túnel incluido ante dos rivales, esta ocasión no buscaste la línea del fondo, decidiste con ferocidad ir por dentro, una ligera diagonal sobre tu pierna diestra y sin voltear a ver el arco le metiste todo el empeine de una manera deliciosa, la pelota se elevó miles de metros y luego cayó como un meteorito en la escuadra. Camilo Vargas, portero atlista, alcanzó a rasguñar el balón; no puede ser señalado como cómplice, no debe ser señalado como cómplice, ya que sería arruinar la monumental obra de arte que confeccionaste en cuestión de segundos.

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De ahí se desató la locura, corriste despavorido hasta la otra esquina de la cancha, te quitaste la playera, y en un instintivo arranque te bajaste el short, dejándonos ver medio glúteo. Te acusaron de impúdico, cosa más alejado de esto no existe.

Fue tal el frenesí que, estoy cierto, no sabes ni qué carajo hiciste. Para entender tu explosión hay que meter un gol de esa manufactura, con esa excelsa técnica, ante el odiado rival, en un momento crítico, para medianamente entender la enajenación de la que fuiste presa. Bien por ello, un gol así te acerca a la demencia, no a la cordura.

Estás dando pasos agigantados y sólidos para tu consolidación. Hoy más que nunca el Guadalajara necesita un semidiós que los guíe, y ese mesías no debe ser localizado ni en el banquillo ni en la dirigencia ni en la zona del campo en donde priva la estabilidad. Debe ser localizado en una demarcación de cardinal relevancia, en un delantero capaz de hacer fantasear a los suyos con la gloria y, por qué no, también con la perdición.

Ese ídolo de luz y sombra que resulta complejo analizar y entender, pero que es seguido sin mediar debate, y me da la impresión de que estás sumamente enfocado a ser tú ese facilitador para llevar a tu gente a la tierra prometida.

Parece que ya tienes dominada la labor más compleja: anotarle con regularidad a uno de los antagonistas de tu club, tema no menor. Ahora necesitas empezar a darle frecuencia a lo mundano, reventar las redes de los equipos que no suponen una fastuosa rivalidad como es la del Atlas.

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