Alexis Vega hoy pareciera ser uno de los mejores jugadores que ha vestido la camiseta del Toluca en años. Es uno de los pilares ofensivos del equipo, su liderazgo en la cancha no se esconde y los goles lo respaldan.
Pero, ¿qué cambió? Porque durante su paso por Chivas dejó más preguntas que respuestas. Su desempeño y su actitud fueron completamente opuestos al Alexis de hoy. ¿Fue la presión de la fama? ¿Los compañeros, el liderazgo, la nostalgia?
El futbol es un negocio, y cuando un jugador cambia de equipo se espera que su rendimiento sea igual o mejor al anterior; debe desquitar el sueldo. Sin embargo, hay que considerar el factor de adaptación: ciudad, personas, clima, entorno… todo es nuevo. Y ese período de adaptación, para algunos, ni siquiera se concede como tal.
A eso sumemos la edad y el contexto. Vega llegó al Guadalajara con 21 años y como una de las transferencias más costosas del club. Eso pesa, y se traduce en presión, estrés y ansiedad que, mal gestionados, pueden convertirse en indisciplina. El propio Vega ha reconocido que en su etapa con Chivas le ganó el 'desmadre'.
En Chivas, Vega no solo luchaba contra los rivales del fin de semana, sino también contra los fantasmas internos que surgen cuando un joven no sabe cómo sostener el peso de las expectativas. El talento puede ser una bendición, pero también una carga si no se acompaña de herramientas para gestionar emociones como la frustración, la presión mediática y el miedo al fracaso. Por eso, más allá del entrenamiento físico, el trabajo mental y emocional es indispensable en el alto rendimiento.
El talento siempre ha estado, pero no es lo único que se necesita para tener éxito. Hace falta claridad, inteligencia emocional y un liderazgo asertivo; de lo contrario, ocurre lo que ya vimos.
Sin embargo, esa experiencia le dejó más aprendizajes de los que quizá él mismo reconoce. Le enseñó a ser humilde, a responsabilizarse de sus actos y consecuencias, y a tomar decisiones estratégicas, como regresar a Toluca. Volver a su equipo amado, donde siente que pertenece, y contar con un liderazgo cercano y carismático como el de Mohamed, ha sido clave en el desarrollo de la madurez que le faltó en su etapa anterior. Hoy, Alexis está más conectado con su propósito.
Aquí es donde entra la responsabilidad del liderazgo. No basta con exigir rendimiento; se necesita acompañar procesos humanos. Entrenadores, directivos y figuras de autoridad deben tener la sensibilidad para ver más allá del jugador y conectar con la persona. Mohamed, con su estilo empático y carismático, parece haberlo logrado. Y esa es la diferencia entre un equipo que solo sobrevive… y uno que florece.
Alexis Vega nos recuerda que el talento no basta. Se necesita conciencia, decisiones difíciles, entornos saludables y liderazgo humano. En el deporte y en la vida, crecer no es un proceso lineal, pero con el acompañamiento adecuado, hasta los menos esperados pueden brillar con luz propia.




